“El precio de la libertad es la eterna vigilancia”.—Thomas Jefferson
La claridad y sensación ante innumerables hechos que estamos padeciendo, nos trae a cuenta el efecto coloquialmente conocido como “El síndrome de Estocolmo”, el cual es una paradoja fascinante de la conducta humana.
En política, representa la forma extravagante en que las víctimas del abuso pueden verse vinculadas emocionalmente a sus dominantes, en un intento inconsciente por protegerse de una amenaza que les inventen para mantenerlos apresados.
Establecido tras un célebre secuestro en Estocolmo en los años setenta del siglo pasado, describe el extraño vínculo emocional que una víctima puede llegar a desarrollar con su captor, al cual, en lugar de odiarlo, lo justifica, lo protege y hasta lo defiende, es decir, es prá