Brasil ha logrado lo que antes parecía imposible: reducir los incendios forestales en la Amazonía a su nivel más bajo en más de veinte años. El cambio llega tras una devastadora temporada en 2024, un clima más favorable y una estrategia sorprendente que reemplazó la confrontación por la cooperación.

Aprendiendo del desastre

El año 2024 marcó a la Amazonía como pocos otros. Más de 156.000 kilómetros cuadrados —una extensión dos veces mayor que Panamá— se convirtieron en cenizas. Fue la superficie quemada más grande desde que comenzaron los registros en 1985, impulsada por una sequía récord y un calor abrasador.

Como la Amazonía es un bosque húmedo que no se incendia de forma natural, casi todos los fuegos fueron provocados: algunos por descuido, otros intencionalmente para despejar tie

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