Había una vez una alcaldesa, que antes había sido activista y cuando perdió la alcaldía volvió a serlo, que llevada de su compromiso con los derechos humanos y la legalidad internacional, se sumó a una expedición náutica de denuncia de la opresión intolerable que el gobierno de Israel perpetraba sobre la población de Gaza.
No se sumó ella sola. Participantes de más de cincuenta países se echaron la justicia universal a la espalda, reunieron pequeñas embarcaciones y partieron desde distintos puertos del Mediterráneo amparados por el derecho marítimo que protege la ayuda humanitaria. Ni la ex alcaldesa (de Barcelona) ni ninguno de sus acompañantes ignoraban el riesgo que encaraban.
No tanto en los primeros días de navegación como en el último día, que es cuando cumplirían con la misión que