
Las fábricas chinas muestran hoy un panorama en el que los robots industriales ocupan un papel destacado en la producción . El país concentra más unidades que todo el resto del planeta , lo que convierte a su estrategia de automatización en un fenómeno que transforma las reglas de la fabricación global.
Este dominio se materializa en cifras, pero también en un proyecto político y económico diseñado con una precisión que arrastra a toda la industria internacional . La magnitud de la apuesta china empuja a otras naciones a reaccionar y genera un nuevo contexto en el que el trabajo humano, las cadenas de suministro y la competencia comercial quedan profundamente alterados.
Los informes globales señalan un desbalance cada vez mayor entre continentes
China acumula más de 2 millones de robots industriales en funcionamiento , una cantidad que supera la suma del resto del mundo. Solo en 2024 instaló 295.000 nuevas unidades, según la Federación Internacional de Robótica. Esa cifra multiplica casi por nueve la de Estados Unidos , donde se añadieron 34.200. El informe confirma que más de la mitad de los robots puestos en marcha en fábricas de todo el planeta se concentran en China, una proporción que convierte al país en el eje de la automatización .
La magnitud de este liderazgo se refleja en la posición de Asia , que en 2024 concentró el 74% de las instalaciones globales. Japón y Corea del Sur mantuvieron su estatus como pioneros, pero la irrupción china desplazó a todos. En Europa se registraron 85.000 unidades, con Alemania como líder regional y quinta potencia mundial. El continente, sin embargo, retrocedió un 8% en el último año, mientras las Américas bajaron un 10%.
La historia de la robótica industrial arranca en 1961 con el Unimate , la primera máquina de su tipo en una cadena de montaje. Desde entonces, los autómatas han pasado de ser curiosidades técnicas a pilares de la producción mundial. Ese avance elevó la productividad y redujo costes , aunque también modificó la estructura laboral en sectores enteros.
Un plan de Estado convirtió la robótica en una prioridad de primer orden
China decidió que esa transición sería parte de su política de Estado. En 2015, Pekín lanzó el plan Made in China 2025 , un programa que situó a la robótica al mismo nivel de prioridad que la inteligencia artificial y los semiconductores . La estrategia combinó subsidios, créditos blandos y un objetivo doble: llenar las fábricas de máquinas y, a la vez, asegurarse de que estuvieran fabricadas dentro del país.
Una década más tarde, los resultados muestran que más de la mitad de los robots que se venden en el mercado chino proceden de compañías nacionales , que controlan ya cerca del 60% de su cuota.
Ese crecimiento se apoya en una financiación colosal. El New York Times cifró en 1,9 billones de dólares la inyección de préstamos industriales dirigida por el Estado hacia la modernización de plantas y la apertura de nuevos centros. En ciudades como Ningbo, fábricas de automóviles eléctricos como Zeekr han pasado de 500 a 820 brazos robóticos en 4 años. La misma tendencia se repite en empresas de sectores tan dispares como la electrónica de consumo o el textil.
La inteligencia artificial acelera la integración de máquinas en la producción
El auge de la automatización china se cruza con el desarrollo de la inteligencia artificia l, tal y como informan algunos expertos. Cameron Johnson , consultor de cadenas de suministro en Shanghái, explicó que “las compañías en China usan IA para decir qué máquinas funcionan bien y cuáles necesitan ajustes”. Esa integración sitúa al país a la cabeza de una transformación que en otros lugares todavía se contempla como una promesa lejana.
La robótica china avanza incluso hacia el terreno de los humanoides . Start-ups como Unitree Robotics ofrecen modelos bípedos por unos 6.000 dólares, un precio muy inferior al de rivales estadounidenses. Estos desarrollos, sin embargo, plantean riesgos de ciberseguridad, ya que algunas de esas máquinas transmiten información sensible fuera de los espacios de trabajo.
El impacto laboral de esta revolución es ambiguo. Los robots han sustituido tareas repetitivas de bajo valor añadido , pero al mismo tiempo existe un déficit de técnicos capaces de programarlos, repararlos e integrarlos. La demanda de electricistas e ingenieros de software en China aumenta de manera constante , lo que sugiere que la automatización abre espacios profesionales en lugar de cerrar todos los caminos.
El informe de la Federación Internacional de Robótica proyecta que en 2025 las instalaciones mundiales alcanzarán 575.000 unidades y que para 2028 superarán las 700.000 . En paralelo, Huawei ha levantado un centro de investigación en Shanghái con 35.000 ingenieros , una muestra del impulso tecnológico que acompaña al despliegue de máquinas.
Las tensiones comerciales revelan la magnitud de la apuesta china
La respuesta internacional refleja preocupación. La exrepresentante comercial de Estados Unidos Katherine Tai alertó de que “el tsunami llega para todos” en referencia al impacto de las exportaciones chinas sobre las fábricas extranjeras. Washington reaccionó con aranceles de hasta el 125% a productos vinculados a la automatización , frente a tasas del 10% aplicadas a otros socios. Pekín replicó con sus propios gravámenes, intensificando la disputa.
Ese pulso revela que, mientras otros países discuten sobre los dilemas de la automatización, China ha convertido esa discusión en un hecho consumado. El zumbido de sus robots se ha transformado en la banda sonora de la nueva fábrica del mundo, y lo que antes era un rumor de fondo ya se percibe como el sonido de una ventaja prácticamente imposible de igualar .