Una mujer y un hombre discuten en una cafetería de mi barrio si el presidente de EE.UU. funciona por impulsos o tiene un plan. Como si les fuera la vida en ello. El último discurso que dio el líder en la ONU ha disparado el desconcierto mundial. En esta pequeña cafetería, al otro lado del mar, la discusión sube de temperatura, casi a los gritos, con una extraña desesperación, como si el futuro de la civilización dependiera de las conclusiones de esta mesa, entre tostadas y cafés.

Después de escuchar agazapada en la barra los argumentos de la pareja, no sé si me parece más peligroso que el líder se mueva a golpe de emociones, como sostiene ella, o al dictado de frías estrategias, como cree él. Puede que ambos tengan razón: quizás este presidente funciona por impulsos y a la vez tiene un pl

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