Hoy, las buenas noticias en política son todas aquellas que le van mal a los adversarios. Si Isabel Díaz Ayuso comete un error político, es una buena noticia para la oposición, del mismo modo que lo es para el PP si lo comete Pedro Sánchez. La posibilidad de un acuerdo de paz para acabar con la guerra en Gaza es, para la mayoría de partidos españoles, una excelente noticia; sin embargo, para otros, se trata de una pésima propuesta. Los presuntos casos de corrupción que afectan o pueden afectar al PSOE o al PP se celebran como si fueran derrotas deportivas de sus principales competidores en la lucha por el poder: derrotas ajenas se convierten en excelentes e inmejorables noticias para los intereses propios, que generan un efecto de euforia incomprensible a sus portavoces políticos.
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