El veranillo de San Miguel me desquicia. Será porque tengo mucho de membrillo. Desde agosto vemos en los escaparates los nuevos colores de la moda de invierno. Son tonos de películas de la guerra fría. Gris, negro, marrones profundos y azul eléctrico. Colores de posguerra. En efecto la hay. Los efectos psicológicos de una pelea constante y a veces no sabemos contra qué, ni quién. Hay quien lucha por el cambio climático, porque se convoquen nuevas elecciones, por el conflicto de Israel y Palestina o todo junto meneado en un coctelera de manifas al ritmo de batucada. Hemos pasado del activismo cibervago en las redes sociales de los insultos a tomar la calle a la hora del aperitivo dando la brasa con los bongos. Ayer sábado recién saliendo de compras mañaneras topo con un monumental tranque y

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