En la habitación número 210 del Motel Kamawa la linda Susiflor, muchacha candorosa, se hallaba en el lecho del placer con Libidiano, hombre proclive a cosas de lubricidad. La ingenua joven le preguntó con vehemencia al labioso galán: “¿Me amas, Libi? ¿Me amas?”. El tipo se enojó: “¡Carajo! ¡A quién se le ocurre hablar de amor en un momento como éste!”.

Tres provectos ciudadanos conversaban en una banca del parque. Dijo el primero: “Jamás fumé; no bebí ni anduve con mujeres. Por eso llegué a los 80 años”. Acotó el segundo: “Siempre hice ejercicio y llevé una dieta balanceada. Seguramente a eso se debe que haya llegado a los 90”. Dijo el tercer valetudinario: “Nunca hice ejercicio, y comí de todo. Desde los 12 años fumé como chacuaco, bebí como cosaco y pasé cada noche de mi vida con una mu

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