Hawehie es uno de los últimos cirujanos cardiovasculares en la Franja y atiende a elDiario.es para denunciar las condiciones de hambruna a las que se ha enfrentado él y su familia

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Agotado tras una nueva jornada laboral maratoniana, el doctor Hawehie atiende a elDiario.es bien entrada la madrugada. Con voz pausada explica que apenas le queda energía y que aún debe hablar con su mujer, la también doctora Ruba Alkurd, a quien no ve desde hace más de año y medio cuando ella tuvo que salir de Gaza para operar de urgencia al mayor de sus tres hijos. Cuando quiso volver, Israel ya había cerrado el paso de Rafah, que conecta la Franja con Egipto.

Hoy, 16 meses después de su marcha y 24 del comienzo de la ofensiva israelí sobre Gaza —que ya ha dejado más de 67.000 muertos y 168.000 heridos—, Mohamed dice seguir en el quirófano para poder mantener a su familia y por la adrenalina que libera su cuerpo “al ver sangrando a los pacientes que llegan al hospital”.

Trabaja en el Nasser, el más grande del sur de Gaza y uno de los pocos centros hospitalarios que todavía funcionan en el enclave costero, aunque con constantes cortes de electricidad, escasez de combustible y al 200% o incluso al 300% de su capacidad. El complejo, además, ha sido alcanzado por fuego israelí en distintas ocasiones, la última el pasado mes agosto, cuando una veintena de personas —incluidos médicos, rescatistas y periodistas— fueron asesinadas en un ataque deliberado del ejército hebreo a los minutos de acudir a socorrer a las víctimas de un bombardeo previo. La masacre provocó la condena mundial.

¿Qué le parece el acuerdo entre Israel y Hamás sobre la primera fase para poner fin a la guerra?

Están hablando mucho sobre el alto el fuego. Se supone que ya debería estar en vigor, pero hasta ahora no es así. Todavía hay algunos ataques aéreos en Ciudad de Gaza. Creo que no me lo creo. No confío en las intenciones del Gobierno israelí. Sé por experiencias anteriores que intentarán sabotear esta oportunidad de poner fin a la guerra. Tengo sentimientos encontrados. No sé si puedo alegrarme por ello. Me reconforta tener esperanza de volver a ver a mi familia, pero tengo miedo. Sigo temiendo que no sea pronto.

Ahora hay etapas y negociaciones. Muchas cosas mantendrán el sufrimiento. Hay problemas sociales que saldrán a la superficie. Espero que finalmente podamos encontrar algo de paz, aunque sea por poco tiempo, algo de descanso.

Pero todavía no hay una visión clara. La reconstrucción de Gaza llevará muchísimos años. Y ahora lo único en lo que pienso es en estar con mis hijos después de casi 19 meses. Necesito reunirme con mi familia y creo que llevará tiempo. Pondrán obstáculos solo para retrasarlo todo. La ayuda que se supone que va a llegar, la reconstrucción... no dejarán que suceda fácilmente. Creo que continuarán con su trabajo para desplazarnos. Espero no estar en lo cierto, pero eso es lo que siento.

Dos años después del 7 de octubre, la comunidad internacional parece haber despertado respecto a Gaza.

Sí, pero aquí nos siguen matando las bombas o seguimos muriendo de hambre sin que podamos hacer absolutamente nada. Esta misma mañana hemos recibido en cirugía vascular a 4 pacientes que habían sido bombardeados mientras excavaban la tierra buscando patatas porque no tenían nada que comer. Eso solo hoy y en mi área porque en otras como traumatología o en otros hospitales como Al Shifa o Al Aqsa llegan por decenas todos los días, especialmente entre las 10 y las 12 de la mañana, que es cuando regresan de buscar comida en los centros de la “Fundación Humanitaria de Gaza” (FHG), orquestada por Estados Unidos e Israel para sustituir al sistema de distribución de ayuda humanitaria de la ONU.

Investigaciones recientes de Naciones Unidas apuntan a que más de 1.000 personas han sido asesinadas en estos centros de distribución.

Son una trampa para generar caos y muerte. La gente acude al hospital con disparos en las piernas, así que a eso no puede llamársele precisamente “ayuda”, al revés, quieren matarnos de hambre. Utilizan esos centros porque saben que habrá caos, permiten el crimen organizado en estas áreas, dejan que las organizaciones criminales roben la ayuda, que no llega a la gente realmente hambrienta y todo con el consentimiento del ejército israelí.

En su opinión, ¿quiénes son esas organizaciones criminales?

Son ladrones que atacan los camiones que vienen de la frontera, de la UNRWA o de World Central Kitchen o incluso los que llevan equipos médicos para el Ministerio de Salud o los hospitales. Desde las fuerzas del Ministerio del Interior (bajo la administración de Hamás) tienen una unidad especial llamada “Flecha” para evitar que roben la ayuda, pero muchos de sus miembros han sido asesinados en bombardeos de la fuerza aérea israelí.

Pero Israel siempre ha señalado a Hamás como el principal responsable del robo de la ayuda humanitaria.

Mire, hoy escuchamos que hay enfrentamientos entre estas bandas y Hamás por controlar la ayuda humanitaria, pero antes, cuando sí entraba en Gaza, organizaciones europeas y estadounidenses afirmaron que no había una evidencia clara de robos masivos por parte de Hamás. Esa es la propaganda de los israelíes para justificar la presencia de la llamada Fundación Humanitaria de Gaza, que es del todo injustificable y no dicho por mí, sino por Naciones Unidas.

Lo que sí puedo decirle es que también hay personas de Hamás que buscan a título individual su propio beneficio, hacer dinero para ellos o para sus familias. No diría que es una política generalizada, es la propia naturaleza humana. Como médico en el hospital sí puedo decirle que he visto a muchos de ellos con síntomas de desnutrición, como la mayoría de quienes estamos en Gaza. También hay muchos delincuentes comunes que roban esa misma ayuda.

Los ladrones también acuden al hospital.

Claro. Un paciente, ladrón o no, debe ser tratado como tal, pero si le soy sincero, a veces lucho conmigo mismo porque me gustaría no tener que hacerlo. Antes había comida disponible, yo comía y también podía mantener a Ruba, a los niños y a mi familia que sigue en Gaza, a mi madre y a mis hermanos, que viven conmigo. Como médico me decía “da igual lo que haya hecho. Es un paciente y ya está”. Hoy quisiera poder guardar mis energías para salvarle la vida a personas que no roban porque esos ladrones hipotecan nuestra propia subsistencia. Obviamente no lo hago, no puedes dejar de tratarles, pero sí tengo un diálogo interno. Créame que es un sentimiento generalizado en el hospital. Estamos agotados y hambrientos.

En agosto se declaró oficialmente la hambruna en Gaza y se cree que más de 400 personas, entre ellas cerca de 150 niños, han muerto por desnutrición ¿Cómo le afecta a usted la falta de alimentos?

Como tanta gente, tengo fatiga crónica, estoy perdiendo peso constantemente y ya no sé qué hacer. No como más de 1500 calorías al día cuando ahora mismo necesitaría al menos 3000 con el volumen de trabajo que tengo. Opero durante todo el día, todos los días. Si no estoy trabajando en el hospital Nasser, estoy en Al Aqsa. Aunque coma, si es que a lo que como puede llamársele comida, estoy siempre cansado. Apenas ingiero azúcar porque no hay suficiente azúcar en Gaza, pero en mi caso necesito estar constantemente funcionando porque soy uno de los pocos cirujanos vasculares que quedan en la Franja. Creo que lo que me mantiene vivo es la adrenalina que circula por mi cuerpo cuando veo a un paciente sangrando en el hospital.

¿Qué come un día cualquiera?

Desde hace unos meses estoy racionando mis comidas en dos tomas: en el desayuno como un poco de pan con duqqa, un condimento a base de especias y frutos secos que normalmente se pone en el pan junto a algo de tomate o pepino, lo que no siempre está disponible por los precios tan altos que hay. Después, por la noche hago mi principal comida, que será lo mismo que el desayuno pero el doble de cantidad. Ya está, no como nada más y no es suficiente.