Este año, el Premio Nobel de Medicina ha vuelto a confirmar dos movimientos tectónicos en el paisaje de la investigación biomédica contemporánea. El primero tiene que ver con las instituciones donde se gestan los descubrimientos galardonados: cada vez más, los laureados provienen de empresas privadas o centros híbridos que combinan ciencia aplicada con visión comercial. El segundo, con el contenido mismo de las contribuciones premiadas: una convergencia entre inmunología regulatoria, genética funcional y modelos de sistemas complejos que redefine lo que entendemos por medicina del futuro.

Los tres galardonados de 2025 —Mary Brunkow, Fred Ramsdell y Shimon Sakaguchi— fueron reconocidos por descubrir un mecanismo clave para evitar que el sistema inmune ataque los tejidos propios. Esta línea

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