En el marco del acuerdo de alto el fuego en Gaza, Israel se ha comprimetido a excarcelar a unos 200 presos que cumplen condena en sus cárceles y otros 1.700 detenidos en la Franja durante la guerra. Hamás liberará a cambio a 48 rehenes que fueron secuestrados el 7 de octubre

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Izz al Din Al Hamamrah lleva 21 años en prisión, condenado a varias cadenas perpetuas por planificar ataques contra israelíes durante la Segunda Intifada. Pero la próxima semana podría quedar en libertad en virtud del acuerdo de alto el fuego en Gaza, por el cual Israel excarcelará a unos 200 presos palestinos con largas condenas y otros 1.700 detenidos en la Franja a cambio de que Hamás devuelva a los 48 rehenes que permanecen cautivos desde octubre de 2023.

“Tenemos esperanza de que en cualquier momento salga, estamos esperando, pero no tenemos confianza en el Gobierno israelí”, dice la madre de Izz al Din, Jadra. Recibe a elDiario.es en la casa familiar en la aldea de Husan, al oeste de Belén, junto a varios miembros de la familia. Todos están expectantes después de que el nombre de Izz al Din haya aparecido en la lista de los presos que las autoridades israelíes han aprobado para el intercambio. Sin embargo, Izz al Din es uno de los que serán deportados directamente una vez sean excarcelados porque son considerados una “amenaza”.

La mujer de 64 años va a viajar a Jordania este domingo y esperará allí noticias de su hijo, el mayor de los ocho. Si lo deportan a Egipto, irá a ese país desde Jordania (como palestina residente en la Cisjordania ocupada no puede viajar desde el aeropuerto israelí de Tel Aviv, sino que tiene que cruzar la frontera con el país vecino). Jadra viaja sola porque es más difícil que las autoridades hebreas le pongan problemas en la frontera al ser una mujer mayor.

“Llevamos dos años y medio sin saber nada de él, sin poder visitarle ni escuchar su voz [por teléfono], desde seis meses antes del 7 de octubre”, relata la madre del preso que ahora tiene 46 años. El abogado de la familia pudo visitarle en la cárcel hace unos dos meses y dijo que había perdido mucho peso. Israel ha prohibido casi todas las visitas a los presos palestinos —más de 10.000, incluidos menores de edad— después de los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023 como castigo colectivo, al mismo tiempo que ha perpetrado el genocidio en Gaza.

“Mi hijo estudió, era un abogado y ha perdido toda su juventud. Doy gracias a dios si él puede salir por fin, pero estoy triste por todos los que se quedan [en la cárcel] en circunstancias muy duras, son todos mis hijos”, afirma la mujer que viste una túnica de color granate con los bordados tradicionales palestinos.

La familia se reúne en torno a Jadra, una de sus hijas sirve café y té, los hombres fuman y todos comparten la preocupación y la incertidumbre después de la decepción que vivieron a principios de año. Izz al Din, afiliado con el movimiento palestino Al Fatah, apareció entonces en la lista de los prisioneros que iban a ser liberados a cambio de rehenes en el marco del anterior acuerdo entre Israel y Hamás de enero de 2025.

Estuvieron esperando desde enero, cuando entró en vigor el alto el fuego en Gaza, hasta finales de febrero, y finalmente no fue liberado, a pesar de que las autoridades israelíes habían informado a la familia de que sí. Incluso, el ejército acudió a su vivienda para advertirles de que no organizaran celebraciones por la liberación. Solo más tarde supieron a través de los medios hebreos que Izz al Din había rechazado ser deportado sin tener garantías de poder volver a Palestina en algún momento.

Incertidumbre hasta el último momento

Este sábado, todos los palestinos que van a ser intercambiados por los rehenes han empezado a ser trasladados: a la prisión de Ofer aquellos que serán liberados en Cisjordania y a la prisión de Ketziot los que volverán a Gaza o los que serán deportados a Egipto. Los gazatíes son la mayoría, 1.700 que han sido detenidos por Israel durante su ofensiva en la Franja y que no han sido juzgados. Los otros alrededor de 200 son casi todos de la Cisjordania ocupada.

La hermana de Izz al Din, Rimah Al Hamamrah, dice que le han hecho llegar el mensaje, a través del abogado, que acepte la deportación ya que es la única forma de que no pase el resto de su vida en la cárcel. “Es considerado uno de los peligrosos”, añade la mujer de 37 años que se muestra fuerte y determinada, pero admite que la situación es muy difícil. “Tengo sentimientos encontrados: nerviosismo, alegría, preocupación, tristeza, es muy difícil. El dolor se impone sobre todos los demás”, explica a este periódico mientras sujeta una fotografía de su hermano.

Rimah detalla que fue condenado a nueve cadenas perpetuas por estar detrás de diferentes acciones armadas durante la Segunda Intifada, como la explosión de un autobús en el que viajaban soldados israelíes en 2002, pero asegura que él nunca perpetró ni participó en los ataques, solo los planificó.

Ella era muy joven cuando arrestaron a su hermano, no conserva muchos recuerdos de la vida familiar con él porque Izz al Din fue a estudiar a la universidad en Jordania y, cuando estalló la Intifada (en el año 2000), pasaba mucho tiempo fuera de casa, trabajaba de abogado y también en la Autoridad Palestina. Cuatro años después, antes de que terminara el levantamiento en los territorios palestinos, lo encarcelaron. “Me sigue tratando como si tuviera aún 16 años, como si no hubiera crecido. La relación con él es rara, pero hay amor de hermanos, hay respeto, pero no hemos vivido juntos”, relata.

Antes del 7 de octubre, la familia podía hablar con Izz al Din y visitarle cada dos semanas o un mes, pero la visita duraba solo 45 minutos. “No podíamos saber mucho de él, de cómo había cambiado su forma de pensar en la cárcel, ni él podía saber cómo había cambiado nuestra vida fuera. Lo sentíamos cercano, pero al mismo tiempo muy lejano”.

Rimah afirma que Izz al Din, a pesar de llevar 20 años ausente, ha tenido una gran influencia sobre la familia: “Es un ejemplo para nosotros y nuestros hijos, intentamos criarlos para que sigan su ejemplo”. “Siempre lucha hasta el último momento contra la ocupación [israelí]. La mayor forma de resistencia es decir que 'no' a la ocupación y él lo hizo cuando rechazó ser deportado”, agrega.

El precio de la resistencia

“La resistencia está en nuestros genes, mi abuelo participó en la lucha contra los británicos [durante el protectorado de Palestina]”, cuenta. “Mi hermano intentó hacer lo que podía frente a la injusticia, cada persona libre busca la forma de resistir. Jamás lo vimos portando un arma, siempre iba vestido de traje de chaqueta y con su cartera de abogado”. La mujer afirma que toda la familia se siente orgullosa de su hermano pero ha pagado un precio elevado que —destaca— ha valido la pena.

“Tenemos que pagar un precio elevado para liberar Palestina. Nosotros estamos pagando el precio para que nuestros hijos y nietos vivan en paz y no en la injusticia”, dice Rimah. A pesar de las circunstancias y de admitir que Israel es mucho más fuerte, asegura que “generación tras generación tras generación, Palestina será libre”. Y esas generaciones venideras, “tienen que saber que no nos quedamos callados ante la ocupación”.

“Hay mucha gente que ha pagado con su vida o con la cárcel, pero todos nosotros también pagamos un precio porque vivimos en una gran prisión. No tenemos libertad, el ejército [israelí] puede impedirme pasar por una calle, volver a mi casa...”, dice Rimah en referencia a la vida cotidiana en la Cisjordania ocupada. “No tenemos libertad ni de expresarnos ni de desear que Palestina sea libre”, añade. Ejemplo de ello es que, hace tan solo cuatro meses, otra de los ocho hermanos Al Hamamrah fue arrestada. Shirin, varios años mayor que Rimah y la segunda después de Izz al Din fue detenida por unos post en redes sociales contra la guerra de Gaza y a favor de los presos palestinos.