La gente, en España, tiene que estar hasta los testes de los políticos y de la política. Y si no lo está bordea ese límite; esa delgada línea donde los grises no se contemplan. Por derecho propio –que ya es lamentable– la política se ha convertido en un estercolero y una escombrera insalubre, donde las ratas brincan y campan con mirada aviesa. Y cada vez son más. Los ejemplares se reproducen de manera incontrolada y dominan el territorio. Resulta penoso, en fin, que después de lo que viene ocurriendo en este país –que algunos ya califican de pan y sardina–, nadie asuma responsabilidades. El todo vale se ha asentado con tan mala sombra, que abre las carnes y cabrea a una gran mayoría. Les toman el pelo, por la cara y a la cara, de forma desvergonzada y tosca. En León, por centrar el alza, e
Desvergüenza

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