En las democracias, la relación entre los medios de comunicación y el poder es, por naturaleza, tensa. Los medios existen para que los gobernantes rindan cuentas de sus actos u omisiones y se convierten en un contrapeso frente a las decisiones de políticos y funcionarios que afectan intereses colectivos. Esa vocación incomoda a los poderosos, incluso a quienes reconocen que la prensa desempeña un papel indispensable en el equilibrio democrático. Controlar a los periodistas, acallar las críticas o presionar a los medios para que modifiquen el tono o contenido de su cobertura es una tentación constante de quienes ocupan el poder.

En los últimos años, esa tensión entre medios y poder ha sido particularmente visible en México y Estados Unidos. Los gobiernos de la Cuarta Transformación y de Do

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