Después de la misa dominguera, del pasado 12 de octubre, el párroco del municipio de Andes, Nolberto Gallego, lanzó un angustioso llamado. Pidió a decenas de familias que retiren, por favor, los restos de sus seres queridos que cumplieron el periodo estipulado en las bóvedas del cementerio. No fue ningún acto de mezquindad, sino un pedido desesperado en medio de la ola de crímenes desatada en el municipio que lo tiene convertido en uno de los más violentos del país.

Con el asesinato de un joven de 22 años que se encontraba tomando licor en una taberna, Andes llegó la semana pasada a los 54 homicidios en 2025. Es un escándalo sin atenuantes para un municipio con 47.000 habitantes. Pero Andes no llegó a esta cifra récord de homicidios este año de manera espontánea. La guerra que se cebó a

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