Friedrich Merz fracasa en su intento de erigirse como un líder fuerte por las diferencias en su Gobierno sobre el servicio militar o el sistema de pensiones
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“Podemos volver al 40% de los votos y reducir a la mitad a AfD”. Esta frase está sacada de uno de los discursos de Friedrich Merz cuando el político conservador todavía luchaba por la presidencia de la Unión Demócrata Cristiana (CDU). Corría noviembre de 2018. Angela Merkel encaraba entonces el inicio de su cuarta y última legislatura como canciller federal y la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) rondaba el 13% en las encuestas. Hoy, con Merz ya como canciller, el partido ultra lidera las proyecciones electorales con cerca del 26%, justo el doble que en 2018. Las cosas en Alemania han ido al revés de lo que Merz vaticinó en su día.
Merz lleva poco más de seis meses en el poder gracias a una gran coalición entre la unión conservadora de la CDU-CSU y los socialdemócratas del SPD. Ha sido medio año turbulento, en el que Gobierno ha sido incapaz de transmitir sensación de solvencia, solidez y unidad, lo que ha contribuido a que la ultraderecha se consolide como primera fuerza en la mayoría de encuestas de intención de voto. En este punto hay que recordar que Merz fracasó en su primer intento de conseguir una mayoría parlamentaria que lo eligiese como canciller. La mayoría de la gran coalición en el Bundestag es muy ajustada, lo que podría a dar pie a nuevos batacazos para el Gobierno de Merz en futuras votaciones.
Polémico servicio militar
El último episodio que ha escenificado las disputas internas de la gran coalición es la reintroducción del servicio militar, cuya obligatoriedad fue eliminada en Alemania en 2011. Ante la nueva situación de seguridad generada en Europa por la invasión rusa de Ucrania, el Gobierno de Merz quiere aumentar hasta los 460.000 soldados el Ejército alemán –260.000 en activo y 200.000, reservistas–. Actualmente son 183.000 soldados en activo y 50.000 reservistas. La meta está clara, pero las estrategias para alcanzarla generan disenso en el seno del Gobierno.
El ministro de Defensa alemán, el socialdemócrata Boris Pistorius, apuesta por un servicio militar basado en la voluntariedad y por una revisión médica obligatoria para jóvenes en edad militar que permita actualizar el registro para un posible alistamiento. La CDU de Merz prefiere recurrir a un sorteo que establezca qué jóvenes tienen que hacer el servicio militar en caso de que el número de voluntarios sea insuficiente. Los partidos del Gobierno tuvieron que cancelar el pasado martes a última hora una rueda de prensa para presentar una propuesta de consenso porque el ministro Pistorius no estaba informado al respecto y expresó abiertamente su oposición.
El objetivo expreso de AfD es forzar a la CDU-CSU a abrirse a pactar un futuro Gobierno de coalición
El objetivo del Gobierno de aprobar una ley de reforma del Ejército alemán antes de final de año queda así en el aire, mientras cunde la sensación de que el Ejecutivo se rifa el futuro de las nuevas generaciones del país sin consultar su opinión. La ultraderecha de AfD, nuevamente de forma estratégica, se opone frontalmente a la reforma a sabiendas de que una mayoría de los jóvenes alemanes está en contra de cualquier voluntariedad u obligatoriedad en el servicio militar.
Revuelta en la Junge Union
Otro de los frentes abiertos dentro de la gran coalición es la reforma del sistema de pensiones. En un país envejecido, que arrastra una crisis demográfica desde hace décadas, el sistema de pensiones públicas se hace insostenible con las actuales cotizaciones. En respuesta, el Gobierno de Merz anima a las personas mayores de 67 años a seguir trabajando más allá de la edad de jubilación con, por ejemplo, incentivos fiscales: los primeros 2.000 euros de los salarios de los jubilados que vuelvan a trabajar están libres de impuestos.
Pero la reforma de las pensiones, que prevé estabilizar el sistema al menos hasta 2031, ha desatado el rechazo frontal de los 18 diputados de la Junge Union, las juventudes democristianas. La razón es que tendrá coste de “más de 100.000 millones de euros” en los presupuestos públicos, según Johannes Winkel, el líder de las juventudes conservadoras. Sin esos 18 diputados, la gran coalición no alcanzará la mayoría parlamentaria necesaria para sacar adelante la ley. Los fantasmas del fracasado primer intento de Merz de salir elegido como canciller vuelven a sobrevolar el Bundestag.
El pasado jueves, el canciller compareció por última vez ante el Parlamento alemán. Lo hizo para hacer repaso de su mandato y para informar de la agenda para el próximo Consejo Europeo, con la defensa de la Unión Europea como gran asunto. Merz evitó hablar sobre los dos grandes temas domésticos que ocupan a su Gobierno: el servicio militar y la reforma de las pensiones. Su silencio sobre esos temas capitales de política interna evidencia la debilidad de su liderazgo y las grietas de su coalición.
Desgaste de Merz
AfD, aupada a la primera posición en las encuestas electorales, ya tiene a la vista el objetivo del 30% del electorado. La ultraderecha ve así ratificada su estrategia de derribo contra el Gobierno de Merz, en un país con una crisis económica estructural que está desgastando extraordinariamente rápido el crédito del canciller y la confianza de la población. El objetivo expreso de AfD es forzar a la CDU-CSU a abrirse a pactar un futuro Gobierno de coalición.
Voces autorizadas del conservadurismo alemán, como Peter Tauber – exsecretario general de la CDU de Merkel – y el socialcristiano Karl-Theodor zu Guttenberg –exministro de Defensa– ya piden abiertamente repensar el cordón sanitario frente a la ultraderecha. El entorno de la CDU-CSU parece abonar el terreno político por si se materializa el peor escenario: una victoria electoral de la ultraderecha en las próximas elecciones regionales o federales. El fin del cordón sanitario en Alemania supondría el entierro político de Friedrich Merz y el inicio de una fase inédita para la política alemana y europea.