El estudio de los meteoritos ofrece una ventana única a los orígenes de nuestro sistema solar. Son, en esencia, fósiles cósmicos que permiten a la ciencia entender con mayor profundidad cómo se formaron los planetas y, de paso, ayudan a prepararse ante la amenaza de futuros impactos que pudieran ser de mayor envergadura. Cada fragmento recuperado es una pieza de un puzle que comenzó a ensamblarse hace miles de millones de años. De hecho, las estrategias para mitigar estos riesgos ya se están poniendo a prueba, como demostró recientemente de su trayectoria.
De hecho, algunos de estos visitantes espaciales son literalmente más antiguos que la propia Tierra. Un ejemplo son las condritas ordinarias, rocas con bajo contenido metálico que se formaron hace unos 4.560 millones de años y que gua