El FC Barcelona vive una etapa de contrastes bajo la dirección de Hansi Flick . En su segundo año al frente del banquillo azulgrana, el entrenador alemán ha pasado de ser un técnico calculador y diplomático a mostrarse mucho más emocional, directo y, en ocasiones, polémico. Su reciente expulsión ante el Girona y los gestos de euforia desmedida en la celebración del gol de Araujo son solo el último capítulo de una metamorfosis visible.

Pero el cambio de actitud de Flick no llega solo. Mientras el técnico se muestra más pasional y crítico, el juego del Barça se ha vuelto más plano, irregular y menos convincente. Los números, fríos y aparentemente positivos, esconden una realidad preocupante: el equipo ya no transmite la solidez ni la confianza del curso anterior.

De la calma al desahogo: el nuevo Flick

Flick ha dejado atrás el tono pausado y prudente de su primer año. Donde antes había serenidad, ahora hay impulsos y declaraciones que rompen con su estilo anterior. El entrenador no se calla nada.

Desde el arranque de la temporada, ha lanzado mensajes públicos a sus jugadores. Primero fue a Fermín López , a quien advirtió con una frase directa: « En la pretemporada no estaba tan contento con él, pero ha mejorado en las dos últimas semanas ».

Después, el toque de atención fue para el grupo: « Es importante que no haya egos, porque matan cualquier éxito », soltó tras el empate ante el Rayo, evidenciando que el vestuario no atraviesa su mejor momento de cohesión.

Incluso se atrevió a cuestionar la gestión de la selección española por la lesión de Lamine Yamal , abriendo una guerra dialéctica con Luis de la Fuente . « Ya se fue con dolores a la selección. Eso no es cuidar a los jugadores. Hay que proteger también a los jóvenes », afirmó sin rodeos.

Y cuando los rumores insinuaron que el club le había impuesto la titularidad de Lamine ante el PSG, Flick estalló: « Es basura decir que el club me forzó a poner a Lamine ante el PSG ».

Sus reacciones, más viscerales y humanas, lo han alejado del perfil contenido que mostró en su primer año. Lo que para algunos es una evolución natural en un entorno tan exigente como el Barça, para otros es un síntoma de tensión interna y desgaste emocional .

Los números engañan: el Barça gana, pero sufre

Si se analizan solo los resultados, el Barça mantiene el pulso competitivo. En once partidos oficiales (nueve de LaLiga y dos de Champions ), el balance es de ocho victorias, un empate y dos derrotas , cifras casi idénticas a las del curso pasado a estas alturas.
Sin embargo, el rendimiento en el campo cuenta otra historia.

El equipo ha perdido solidez defensiva , con 10 goles encajados en Liga por los 9 del año pasado , y su ataque ha bajado un peldaño de efectividad: 24 tantos frente a los 28 del curso anterior.

Más allá de las estadísticas, la imagen del equipo preocupa . Los jugadores se muestran incómodos, el sistema de presión alta ha perdido eficacia y los rivales comienzan a explotar los espacios a la espalda de la defensa. Las bajas de Íñigo Martínez , Raphinha y Gavi , junto al flojo estado de Lewandowski y Olmo , han dejado al conjunto con menos recursos ofensivos y menos equilibrio en el mediocampo.

En este contexto, Pedri y Lamine Yamal se han convertido en los pilares que sostienen el barco. Pero ambos llegan al límite: el canario muestra síntomas de cansancio tras acumularlo todo, y el joven de Rocafonda sigue lastrado por molestias que le impiden tener continuidad.

Señales de alerta en el vestuario

La derrota ante el PSG en Champions, la primera en la que el Barça fue claramente inferior, y el mal partido en Sevilla dejaron huella. Incluso después del agónico triunfo frente al Girona, Pedri alzó la voz: « Tenemos que mejorar mucho. Nos falta ritmo e intensidad », advirtió.

Esa sinceridad pública de los jugadores refleja lo que algunos en el club empiezan a reconocer en privado: el Barça de Flick ya no intimida como antes.

Un Clásico sin su técnico

La expulsión de Flick ante el Girona le impedirá estar en el banquillo del Santiago Bernabéu en el próximo Clásico. El alemán lo lamentó, pero justificó su reacción: « Fue fruto de la tensión. El fútbol son emociones. No iba dirigido a nadie ».

Sin embargo, el episodio ha reforzado una percepción general: Flick ha cambiado. Ya no es el entrenador que medía cada palabra y cada gesto; es un técnico más humano, más cercano… pero también más vulnerable a la presión.