Nací en X-Calakoop, una pequeña comunidad indígena del oriente de Yucatán, un pueblo en el que, como en muchos en aquella época, la educación estaba restringida para las mujeres. En mi familia no había antecedentes universitarios. Terminar la preparatoria fue un logro, pero cuando llegó el momento de decidir mi futuro, me enfrenté a una realidad que comparten muchas jóvenes del interior del estado: no tenía un lugar donde vivir en Mérida.
Afortunadamente, un día el párroco del pueblo le habló a mi familia sobre una casa en Mérida que acogía a jóvenes estudiantes, y así conocí la Casa de la Protección de la Joven María Suárez Molina, un sitio que desde hace 75 años ha abierto sus puertas a jóvenes del interior del estado que llegan a Mérida buscando más que un título profesional, una oport