Álvaro Uribe y Jaime Granados tienen una amistad de casi 30 años. Una historia que se remonta a 1996 cuando Uribe era gobernador de Antioquia y Jaime Granados apenas empezaba a forjar un nombre en los pasillos de los tribunales.

El punto de encuentro fue Óscar Iván Zuluaga, que los presentó casi como quien junta a dos viejos conocidos que solo estaban esperando coincidir. Hubo afinidad en la política y en la visión de país. Desde esa primera conversación, marcada por la memoria casi fotográfica de ambos, surgió una sintonía particular: hablaban de política y de historia con la misma pasión con que, ya más tarde, compartirían boleros y alguna que otra copa de aguardiente en los encuentros más personales; aunque a Uribe cada vez ha ido dejando más el trago después de una juventud bohemia. L

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