Hace apenas dos semanas, Matías Almeyda vivía su momento más alto desde su llegada al Sevilla . El equipo firmó un contundente 4-1 ante el FC Barcelona de Hansi Flick , con un plan de juego atrevido y una puesta en escena que descolocó al conjunto culé. Fue una actuación convincente, respaldada por un discurso táctico articulado que transmitía lógica, convicción y dirección.
Pero esa narrativa se resquebrajó rápidamente. En el regreso tras el parón, el Sevilla cayó 1-3 en casa frente al Mallorca de Jagoba Arrasate , dejando una imagen diametralmente opuesta. Lo preocupante no fue solo el resultado, sino la falta de coherencia respecto al ideario que Almeyda había defendido tras su éxito ante el Barça. Donde antes hubo adaptación e inteligencia, ahora hubo rigidez y desconexión