Mientras Washington sigue sufriendo un apagón presupuestario por 23 día consecutivo, Donald Trump se centra en su última ambición diplomática, un enorme salón de baile en la Casa Blanca que simboliza todo lo contrario a lo que está viviendo la política estadounidense: lujo, brillo y ostentosidad. Este viernes, una gran parte de los 2.4 millones de empleados que trabajan para el gobierno no recibirán su sueldo, pero eso no parece afectar a los planes en el ala este de la residencia presidencial.

Allí el jueves las máquinas y sus operarios seguían trabajando sin descanso en un proyecto de $250 millones de dólares financiado, únicamente, con capital privado, sin tocar un solo dólar de los contribuyentes, ha dicho el mismo Trump. Entre los donantes hay empresas de gran reconocimiento como

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