Esta semana el señor Petro por fin consiguió lo que se había propuesto desde hace meses en medio de su desaforada campaña por perpetuarse en el poder. Buscar un enemigo externo y ponerlo al servicio de la política interna ha sido una estrategia mil veces utilizada desde la Argentina de las Malvinas hasta la Guyana de Venezuela.
A Trump lo viene provocando desde hace meses. Lo ha acusado de genocida por el conflicto de Palestina y de asesino por los ataques a las lanchas de “pescadores” –que no son más que delincuentes– en el Caribe y ahora en el Pacífico. Y después de insultarlo desde la Asamblea de Naciones Unidas, traspasó la línea de lo inimaginable al hacer un llamado a la desobediencia de las tropas norteamericanas desde el corazón de Nueva York. Y ahora viene, como si nada, a exigir

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