Era un día cálido y soleado de diciembre.
Donde vivo, en Adís Abeba, Etiopía, suele hacer calor y sol en diciembre, pero este día era diferente.
Hay algo pesado en el aire cuando estás a punto de romperle el corazón a alguien, sobre todo cuando se trata de un corazón que te amó con dulzura, plenitud y valentía, en contra de las reglas del mundo que te rodea.
Esto sucedió hace cuatro años, cuando yo tenía 19.
Me senté en una mesa en la esquina del balcón de la cafetería, donde siempre lo esperaba.
Quería verlo venir para tener unos segundos extra de respiración y preparación.
Así es como sobrevivo a la vida, ensayando todos los escenarios posibles.
Un mecanismo de supervivencia que nunca he aprendido a desactivar.
Tenía delante de mí un macchiato vegano:
leche de soya, como siemp

Clarín

Mashed
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