Tras los muros del Reclusorio Preventivo Varonil Sur y de la Penitenciaría de la Ciudad de México, un grupo de 40 personas privadas de la libertad promueve una de las tradiciones mexicanas más relevantes del país, la elaboración del tradicional pan de muerto.

Detrás de las rejas, la mantequilla, huevo, leche, naranja y azúcar, adquieren un nuevo significado como herramienta de formación y reintegración social. Se trata del programa “Hazme Valer”, impulsado por la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México (SSC), que se presenta como una apuesta por el empleo postliberación.

El proyecto, que debe vislumbrarse como un emprendimiento, contempla la elaboración del pan, pero además el diseño del empaque desde el propio reclusorio y ponerle un precio para salir al mercado.

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