Con la venia de los lectores, hoy escribo en primera persona. Porque lo he vivido. Y porque quizá, así, se plasma mejor la indignación que me invade al escribir estas líneas.

El pasado domingo subí a un tren Intercity que conectaba Castellón de la Plana con Barcelona. Un trayecto de menos de tres horas en un servicio de larga distancia habitual, que se convirtió en una tortura ferroviaria de más de cuatro horas.

El tren debía haber llegado a las 22:10 horas a la estación de Sants, pero lo hizo a medianoche . Y no, no nos convertimos en calabaza como la Cenicienta, porque resulta que ya viajábamos en ella .

Lamentablemente, no es la primera vez que ocurre, tampoco será la última. Lo sé por experiencia: por motivos que no vienen al caso, cojo este tren dos veces al mes y no

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