Cruzar los brazos es un clásico del repertorio corporal . Y, aunque muchos lo leen como “defensa” automática, la psicología cotidiana insiste: un mismo gesto puede tener razones distintas según la situación, la postura completa del cuerpo y el clima emocional del momento. Puede ser barrera, abrigo o reset. Así lo explica un artículo de Heraldo .

Cuando la conversación se pone tensa, es frecuente que los brazos crucen el torso como quien levanta una compuerta invisible. Es una forma de ganar distancia, marcar límites y bajar la exposición, más cerca del autocuidado que del “ataque”.

También, puede delatar incomodidad práctica (“no sé dónde apoyar las manos”), nerviosismo o simple falta de apoyabrazos. En otras escenas, en cambio, es pura comodidad: una postura que “sostiene” el

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