Participar en la vida pública no es sólo un derecho. Se trata, a la vez, de una responsabilidad espiritual.
La tradición judía nos recuerda que elegir líderes refleja inequívocamente nuestros valores y nuestra visión del mundo.
No es un acto neutral; cada voto tiene un impacto real en nuestra ciudadanía y en el tejido ético de la sociedad que vamos conformando.
Ya en la época de la Torá, hace más de tres milenios, en el libro del Éxodo nos encontramos con Itró –el suegro de Moisés–, quien, al verlo agotado liderando al pueblo día y noche, le sugiere delegar su sagrada tarea. Y le implora: “Escoge de entre todo el pueblo hombres capaces, temerosos de Dios, personas veraces que aborrezcan el soborno” (Éxodo 18:21).
Las condiciones no son negociables. Son absolutas. Y no es una u otra. So

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