Días de incesante calor, paralizados e implorando una tregua a nuestra biología. Llegó y nos adherimos al milagro incomprendido de las leyes del viento y la lluvia, ellas reinas de nuestra misericordia.

Son los cambios necesarios para continuar en nuestra bendecida cotidianidad, esa que al desaparecer nos encontramos perdidos y en rapidez pedimos a nuestros dioses su clemencia. ¡Dependemos tanto de todo aquello que aún no podemos controlar! Llegará un día que la lluvia y el viento, el sol y la oscuridad estén formando parte de nuestro arbitrio, domesticados para extendernos allí en donde encontrar otros retos y otras maldiciones.

Ese día no está tan lejano, veo llegar la inteligencia a usurpar el miedo de ahora y encontrar las claves para dejar de temer las inclemencias del tiempo. M

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