Coches, niños gritando, sirenas, alarmas, música de fondo, notificaciones que no dejan de sonar… Vivimos en un mundo dominado constantemente por el ruido, ajetreado por el tráfico e incluso por la música de fondo y por nuestras conversaciones. Este ruido constante puede llegar a ser estresante y abrumador. 

Tanto es así que un informe de la Agencia Europea de Medioambiente muestra que el ruido ambiental, y en particular el del tráfico, es un problema ambiental importante que afecta tanto a la salud como al bienestar de millones de personas en Europa. Es más, el 20% de los europeos, más de 20 millones de personas, están expuestas a niveles de ruido prolongados que son perjudiciales para la salud.

En este entorno conectado en todo momento en el que el ruido constante es la norma, el silencio es poco común e incómodo. 

El silencio, más que tranquilidad o calma

Nos llenamos los oídos de estimulación constante y nos hemos acostumbrado a esta banda sonora de fondo que es el ruido de nuestra vida cotidiana, de manera que los momentos de silencio se han convertido en un lujo. Sin embargo, encontrar momentos para huir del ruido, que puede llegar a ser todo un reto, es precisamente lo que nuestro cerebro puede necesitar más. 

Nos podemos llegar a acostumbrar al zumbido constante de la vida diaria. Como indica esta investigación , el silencio puede llegar a incomodarnos, hasta tal punto que a menudo intentamos evitarlo poniendo la radio o pensando rápidamente en una pregunta para llenar un momento incómodo con los amigos para no tener que quedarnos solas con sus pensamientos y preocupaciones, lo que puede llegar a ser estresante.

Pese a su incomodidad para algunos, el silencio es increíblemente beneficioso para nuestra mente. Porque no solo es ausencia de sonido, sino también, como reconoce Raquel Navarro, psicóloga , “transmite información y, dependiendo de cómo se interprete ese silencio, genera unas emocionas u otras”. Pese a todo, a menudo solemos evitarlo porque “sentimos incertidumbre, no sabemos qué está pensando el otro, y de alguna forma lo rompemos para poder saber en qué punto está la otra persona respecto a nosotros o respecto a la conversación”, afirma Navarro. 

Permanecer en silencio, sobre todo si lo buscamos de manera activa, puede llegar a tener grandes beneficios para nuestro cerebro. Como admite Navarro, “el silencio tiene muchas interpretaciones”.

Conectar con nosotros mismos y desactivar el sistema de alarma

“Estamos constantemente conectados con la maquinaria mental en funcionamiento”, afirma Navarro, por lo que encontrar “ratitos de silencio en algún momento del día nos ayuda a desactivar el sistema de alarma, a conectar con nosotros mismos, un estado que debe inducir a la calma y que, con práctica, nos va a ayudar también a despejar la mente y concentrarnos mejor”, admite la psicóloga.

La investigación también está de parte de estos momentos de silencio ya que nos dice que, por ejemplo, mejora la memoria. De acuerdo con este estudio , encontrar solo unos 10 o 15 minutos serían suficientes para que el silencio nos ayude a estimular la memoria.

Aunque no lo parezca, el silencio también ayudaría a mejorar la salud cardíaca. Al menos es lo que dice la Asociación Americana del Corazón , que afirma que dedicar un rato a practicar la meditación y la conciencia plena puede llegar a hacer maravillas para la salud del corazón porque reduce la presión arterial, el estrés y, por tanto, disminuye el riesgo de sufrir enfermedades cardiacas.

Integrar el silencio en la vida cotidiana permite desde la reducción del estrés hasta la mejora de la creatividad. Proporciona una pausa necesaria en el alboroto de la vida moderna, permitiendo una mayor autoconciencia. 

Cómo podemos incorporar momentos de silencio a nuestra vida

Aunque puede ser difícil encontrar momentos de tranquilidad a la vida cotidiana, no lo es tanto como podríamos pensar. ¿Cómo podemos integrar el silencio a nuestra vida? Si bien, como admite Navarro, no es sencillo para todo el mundo –estamos preparados para escuchar lo que nuestra mente y cuerpo tienen que decirnos— es posible que “no nos guste la soledad con nosotros mismos, y si interpretamos el silencio como abandono, puede generarnos malas sensaciones”. 

Pero, como admitía antes, con práctica podemos aprender a integrarlo, “porque los beneficios son incontables”. Esta práctica, admite la psicóloga, “puede empezar con un poquito todos los días; quizás un minuto antes de saltar de la cama, o después del desayuno”. Sea el momento que sea el que elegimos, lo importante es hacerlo “antes de salir corriendo al día”. 

Pero, ¿qué ocurre si esto no es posible? Para Navarro, el “final del día, antes de coger el móvil o engancharnos a una serie, un libro o una conversación, podemos tomarnos un minuto de silencio para conectar con nosotros y, con práctica y frecuencia, iremos notando sus beneficios cada vez más”.