En plena temporada de otoño, con las hojas de los árboles formando en el terreno espesas alfombras de distintas tonalidades y los cambios típicos de esta época en el paisaje, todavía estamos a tiempo de salir a disfrutar al aire libre de muchos entornos naturales. Es un buen momento para aprovechar los días libres y realizar rutas de senderismo en familia o con amigos, respirar aire puro y disfrutar de la experiencia acompañados de un sol cálido, el murmullo del viento, el silbido de las hojas y ese ambiente tranquilo que solo esta estación ofrece. Un momento perfecto para desconectar de nuestro ritmo diario.
Entre los muchos rincones que esconde la península, una opción interesante es Almanza, un municipio y villa situada en la provincia de León, dentro de Castilla y León. Debido a su clima mediterráneo los inviernos son fríos, con frecuentes heladas, mientras que los veranos resultan suaves; por ello, el otoño se presenta como la época ideal para visitarla antes de la llegada del frío más intenso.
Asimismo, conocer Almanza es adentrarse en nuestra historia. Durante la Edad Media fue una villa amurallada con fosos y fortaleza. Su nombre, de origen árabe, significa mirador, lo que explica su ubicación estratégica en una zona elevada. Además, por este enclave pasaba la antigua calzada romana del Pando, que unía Cantabria con el valle del Duero, sirviendo como ruta comercial para el transporte del vino y el trigo. Incluso este camino llegó a ser utilizado como vía secundaria del Camino de Santiago cuando las inundaciones hacían intransitable la ruta principal.
Cabe destacar que el castillo de Almanza, situado en lo alto del pueblo, data del siglo XV y fue levantado sobre otro anterior del siglo XII. Declarado Bien de Interés Cultural el 22 de abril de 1949, es un símbolo del pasado medieval del municipio.
Por otro lado, más allá de su historia, Almanza invita a explorar su entorno natural. A través de sus cuatro rutas de senderismo, muy asequibles y aptas para recorrer con los más pequeños de la casa, es posible admirar sus bosques de robles centenarios, pinos y encinas, así como una fauna diversa que va desde aves de plumaje singular hasta lobos y discretos zorros. Un destino para quienes buscan naturaleza, tranquilidad y cultura en un mismo lugar.

Senda de las Cigüeñas
Con una dificultad baja y con un recorrido circular de 9,6 kilómetros, esta ruta se completa en aproximadamente dos horas. Durante el trayecto, si observas con atención, podrás reconocer aves como el petirrojo o el zorzal noble, además de admirar robles centenarios que acompañan en el camino.
El recorrido comienza en el Área Recreativa de las Cigüeñas. Desde este punto, se asciende en paralelo por la carretera hasta encontrar, a un kilómetro, una senda a mano izquierda. Al girar, se avanzan 750 metros más antes de volver a girar nuevamente a la izquierda. A partir de ahí, se continúa durante unos 3 kilómetros, se toma otra vez el desvío a la izquierda y seguimos unos metros más. Finalmente, un último giro a la izquierda conduce por una pradera ascendente hasta la carretera, que se cruza para bordear y regresar al punto de inicio.
Senda de los lobos
También con inicio en el Área Recreativa de las Cigüeñas, esta ruta de 5,5 kilómetros y baja dificultad se recorre en poco más de una hora. Su encanto reside en los rebollares centenarios, árboles del género de los robles y encinas que ofrecen sombra.
El camino conduce hasta el paraje de la Laguna de la Cota, un entorno donde es posible divisar lobos, pequeños corzos y escurridizos zorros que habitan en armonía. Entre la fauna alada despunta el colirrojo real, un ave que destaca por su cola roja, el trepador azul de cola corta y pico largo, y el camachuelo fácilmente reconocible por su pecho colorido.
La senda desciende por la carretera durante unos 700 metros, bordea la pradera en paralelo al monte y asciende suavemente entre antiguos corrales. Tras un giro a la izquierda, se atraviesa la pradera y se continúa hasta La Cota, desde donde se bordea la laguna y se desciende de nuevo al punto de partida.

Senda de los Rebollares
De 8,7 kilómetros y una duración aproximadamente de dos horas, esta senda transcurre entre un frondoso robledal, ofreciendo un ambiente de calma y belleza natural. En este trayecto podrás observar aves como el pico mediano o el pito real, con su característico plumaje verde y toques rojos en la cabeza.
El recorrido comienza en el paraje de El Peñón desde donde se asciende por el Camino del Valle de la Reguera hasta llegar al cortafuegos. Allí se gira a la izquierda y, tras recorrer unos 400 metros, se toma el Camino de la Mina. Posteriormente, se gira a la derecha y, al llegar a la altura del pueblo, se sigue la carreta hacia Corcos. Más adelante, al encontrar una zona con depósito de agua, se vuelve a girar a la derecha y se continúa hasta el kilómetro 7,7. Finalmente, un giro a la izquierda permite tomar la senda de la calle que conduce de regreso al punto inicial.
Senda del Roble Jatero
Con una distancia de 8 kilómetros y una duración estimada de dos horas, esta ruta circular parte también desde El Peñón. Su recorrido conecta dos espacios emblemáticos: La Cota, hogar de lobos y zorros, y El Peñón, zona donde habitan aves como el arrendajo y tejones.
Durante el trayecto se rodea el Pantanillo, un lugar frecuentado por patos, garzas reales y cigüeñas. A mitad del camino nos encontraremos con la fuente El Gamonal, un rincón donde, en época estival, suelen acercarse venados, corzos y jabalís.
Desde El Peñón, se desciende un kilómetro por el valle y se gira a la derecha para cruzar la carretera. Después, el sendero continúa hasta enlazar con el Camino Alto de la Cota, donde se gira a la izquierda y se avanzan unos 600 metros hasta llegar al camino que conduce directamente a La Cota. Tras descender hacia el Pantanillo, se sigue la carretera durante unos 900 metros, se cruza de nuevo y se asciende por el valle hasta regresar al punto de partida.

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