El Gobierno de España ha levantado un muro frente al sentido común. Un muro hecho de «noes»: no se puede limpiar un río, no se puede desbrozar un cauce, no se puede mover un tronco caído sin una autorización que tarda meses, si es que llega. No se puede tocar una orilla, ni retirar maleza, ni reparar un muro sin antes pasar por tres informes, cuatro sellos y un silencio administrativo que, en la práctica, es otro «no». Detrás de ese muro hay un Ejecutivo que ha renunciado a gobernar. Dice «no» a todo lo que exige responsabilidad: no al trabajo de los ayuntamientos, no a la prevención, no al mantenimiento de los ríos. Un Gobierno que ni gestiona ni deja gestionar, y que ha hecho del abandono su divisa. La Confederación Hidrográfica del Tajo es el mejor ejemplo de esa ineficacia. Acumula

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