El alquimista Nicolás Flamel recorrió Europa en busca de una fórmula que detuviera la decadencia del cuerpo. Alejandro Magno consultó a sabios de Persia para alcanzar la inmortalidad. Qin Shi Huang ordenó expediciones por mares lejanos en busca del elixir eterno.

El deseo de sobrevivir al tiempo ha acompañado a cada civilización, y siglos después sigue encontrando nuevos rostros. Ese mismo impulso explica por qué una pequeña planta del desierto, seca y aparentemente inerte , atrajo la atención de los laboratorios más avanzados.

La Rosa de Jericó revive el antiguo sueño de vencer al tiempo

La Selaginella lepidophylla , conocida como Rosa de Jericó , puede secarse por completo y conservarse en un estado de latencia que parece negar las leyes biológicas. Según el estudio dirigido por Ahmad Rafsanjani y publicado en Nature , sus tallos espiralados se pliegan hasta formar una esfera compacta cuando pierde agua.

Esa estrategia le permite soportar temperaturas extremas y regresar a la vida con apenas unas gotas . La planta no muere, solamente se detiene. La rehidratación reactiva sus células y restaura su color verde con la misma precisión con que un mecanismo vuelve a funcionar tras años de inactividad.

La Rosa de Jericó no llama la atención solo por su aspecto. En muchas culturas y religiones se asocia con la idea de renacer . En la santería se ofrece al espíritu del trueno y en el cristianismo se relaciona con l a resurrección de Cristo y con la maternidad de María . Su imagen se usa para hablar de prosperidad y también de milagro. Por eso sigue presente en casas y templos, como planta que une lo cotidiano con lo sagrado.

Su capacidad para sobrevivir se explica por una molécula sencilla llamada trehalosa . Este azúcar sustituye el agua dentro de las células y mantiene su estructura estable cuando la planta se seca por completo. El laboratorio de Ahmad Rafsanjani demostró que ese proceso conserva las membranas y detiene toda actividad interna . Es como si el interior de la planta quedara en pausa total hasta que vuelve la humedad.

El laboratorio convierte una estrategia natural en aplicaciones médicas

El hallazgo ha tenido usos en medicina. Muchas vacunas y tratamientos basados en proteínas se estabilizan hoy gracias al mismo principio . Las farmacéuticas emplean trehalosa para deshidratar los compuestos y distribuirlos en polvo, lo que evita su degradación. También se utiliza en cosmética , por su capacidad para retener agua, y en la industria alimentaria , donde ayuda a mantener la textura de alimentos congelados o cocidos.

Ese avance científico conecta con una aspiración muy antigua: vencer el paso del tiempo . Los alquimistas intentaban transformar metales, y los investigadores actuales trabajan con células. Cambian las herramientas, pero no el deseo de entender cómo preservar la vida. La Rosa de Jericó demuestra que la línea entre lo que está vivo y lo que parece inerte puede ser más flexible de lo que se pensaba.

Cuando vuelve a abrirse tras años de sequedad, esta planta materializa un sueño que ha acompañado a la humanidad: detener el tiempo. Lo que antes se buscaba con oraciones o fórmulas secretas ahora se analiza en laboratorios, con técnicas que permiten observar cómo la materia viva se reactiva. Cada descubrimiento sobre ella amplía el conocimiento de los procesos biológicos y alimenta la misma inquietud que movió a los antiguos buscadores de la inmortalidad .

El ser humano siempre ha intentado prolongar su existencia y cada avance biotecnológico prolonga un poco más esa búsqueda. La planta que sobrevive a la aridez del desierto no concede la vida eterna , pero sí revela cómo conservarla. Tal vez ese sea el verdadero logro: entender que la inmortalidad no reside en vencer la muerte, sino en aprender a interrumpirla .