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En el PP hay muchos PP. Lo dejaba caer el portavoz valenciano de Vox este lunes: hay uno de Moreno Bonilla, otro de Azcón, otro de Guardiola, otro de Feijóo. Pero con el que ellos se sienten cómodos es con el PP de Carlos Mazón, un partido que pese a expulsarles del gobierno valenciano siguió la agenda que pactaron para la legislatura y para la aprobación de los presupuestos. Por eso en Vox necesitan que el PP “se aclare y proponga un candidato” antes de negociar; porque tienen que saber que cumplirá su palabra. Por eso en Vox quieren que el sucesor de Carlos Mazón sea Juanfran Pérez Llorca. Aunque Feijóo no lo tenga tan claro. “Nadie me ha comunicado que vaya a ser yo el candidato”, afirmó este lunes.
Juanfran Pérez Llorca es la mano derecha de Mazón. Es su secretario general, portavoz del partido en las Corts, amigo personal. Es a él a quien le atribuyen el mérito del pacto exprés con Vox para la investidura tras las autonómicas de 2023, un pacto que no gustó nada en la dirección nacional de Génova. Primero, porque lo desconocían. Segundo, porque creen que esa predisposición a acercarse a los de Santiago Abascal le costó las elecciones a Alberto Núñez Feijóo. No es que no fuera presidente porque no quisiera; no lo fue porque lo torpedeó Mazón. Esa afinidad de Pérez Llorca con el partido ultra hay que leerla en clave de lealtades en una negociación que ya ha saltado a nivel estatal: Vox, con varios frentes abiertos en las autonómicas, que no son su fuerte, necesita a alguien que “cumpla con las políticas acordadas”, y quién mejor que el hombre que las puso sobre la mesa. Ciertamente, las nuevas exigencias de Vox no son nuevas; es la misma agenda que ya acordaron en marzo de 2025 para pactar unos presupuestos que sostuvieran a Mazón en la Generalitat. Hasta la fecha, esa ha sido su política en Valencia: dar un balón de oxígeno al cuestionado presidente tras arrancarle unas promesas que no se materializan. Permitirle avanzar mientras se cuece a fuego lento y ellos suben en las encuestas. La cuestión es si el arroz ya se está pasando y conviene sacarlo del fuego, cambiar de plato.
El partido de ultraderecha insiste en que les da igual el candidato, pero no avanzarán en las negociaciones hasta que tengan un nombre. “A Vox le dan igual los nombres, le da igual los sillones, si es uno o es otro”, señaló el secretario general, Ignacio Garriga, el domingo. El lunes, José María Llanos, portavoz en Valencia, insistió: “No hay negociación porque no hay candidato” , pese a que se haya producido ya un encuentro. Ha pasado una semana desde la dimisión del presidente y el nombre del candidato del PP ni está, ni se le espera a corto plazo. Este retraso lleva a pensar que, si el número dos del PP valenciano fuera una propuesta tan sólida, el partido no estaría apurando los plazos para designarlo y comenzar la negociación. Cada día que pasa las opciones de Pérez Llorca se van desvaneciendo.
El también alcalde de Finestrat se ha mostrado siempre leal al president en funciones. Es su fontanero en el partido, le ha encomendado la vida orgánica. En ello se escuda para hablar de la comida con los tres líderes provinciales de Valencia, Alicante y Castellón, en la que se filtró que Vicente Mompó sería el candidato a la Generalitat propuesto por el PPCV, un movimiento que desató el enfado de Génova una vez más. En la dirección nacional miran con mejores ojos a la alcaldesa de València, María José Catalá, que también pacta con Vox pero disimula más a la hora de aplicar las políticas y no le ha fastidiado ninguna campaña al jefe. Hay quien cree que Mompó fue engañado para quemarse en esa jugada y quien cree que el presidente de la Corporación provincial valenciana se prendió fuego voluntariamente. La filtración se interpretó como un órdago a Génova ante la posibilidad de nombrar a Catalá, una amenaza con pulsar el botón nuclear si no se asumían los deseos de Mazón y hacer que todo saltara por los aires. Y la respuesta de la dirección nacional fue pedir cabezas.
Una vez el presidente valenciano está prácticamente fuera de la ecuación, asomado a la puerta de salida, la dirección nacional pretende hacer limpieza de todo su equipo. La reunión de la mano derecha de Mazón con los barones provinciales dinamitó los puentes entre la dirección nacional y la autonómica y provocó que lo que debía ser una sucesión pactada se haya convertido en una batalla. Tres días para concretar la dimisión de un presidente y más de siete días sin una figura de referencia. Un candidato claro no se mantiene una semana en la sombra.
El número dos de Mazón ha pasado más de una semana recluido en Alicante, solo haciendo apariciones públicas como alcalde de Finestrat. Pretende que el resto del planeta piense que no sabe nada y que solo es un alcalde. Que no forma parte de las negociaciones, ni ha hablado de su futuro. En una rueda de prensa de más de 20 minutos, el portavoz parlamentario no ha confirmado nada sobre la disputa interna. “Soy alcalde de Finestrat y tengo un deber y una obligación con los vecinos de allí. Permítame que sea prudente”, ha dicho. Solo ha confesado que es consciente de que su nombre “está sobre la mesa”, lo que le pone en una posición delicada, y ha remitido una y otra vez a la dirección nacional, encargada de designar candidatos. Eso sí, después de que Génova decida, la dirección valenciana encarrilará las negociaciones con Vox, ha dicho. El nombre depende de Madrid pero no estamos esperando a lo que diga Madrid ha venido a decir. Pérez Llorca ha afirmado que en la última semana ha conversado con Feijóo y su número dos, Miguel Tellado, y que en ese contexto “nadie” le ha propuesto que sea el candidato.
La cuestión de las negociaciones es ya casi un trabalenguas: dicen en Madrid que la tarea es del PP valenciano, pero que se supervisará desde Génova, mientras que en Valencia dicen que corresponde a la dirección nacional. Una pelota que se va pasando y deja ver que hay una ruptura, nadie al volante en la toma de decisiones. Nadie quiere responder a la pregunta sobre quién será el candidato a suceder a Carlos Mazón, ni quién está negociando con Vox. Nadie quiere aparecer en la fotografía sentado al otro lado de la mesa. Los ultras, en cambio, se frotan las manos: han reconocido encuentros con el PP mediante un comunicado y han hecho público quienes son sus negociadores. Los populares, mientras, hasta hacen dudar a quien les pregunta de que haya habido una negociación. El PP ha situado a las Corts Valencianes en una anomalía: ir a una investidura sin conocer el candidato, algo inaudito en los cuarenta años de autogobierno.

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