Doce años. Doce.
A veces lo digo en voz alta y suena poquito, pero luego volteo y veo todo lo que he escrito, todo lo que he sentido, todo lo que he quemado… y me doy cuenta de que “Con Aroma a Café” no nació como una columna: nació como una extensión de mí. Una mezcla peligrosa de pensamiento, corazón, humor, ironía y esas ganas tercas, muy de mujer terca, de decir lo que otros prefieren callar.
Doce años escribiendo esta columna y, honestamente, todavía no sé qué es más sorprendente: ¿que siga yo aquí, rebelde e insolente como siempre? ¿O que ustedes sigan aquí, adictos a mi aroma, incluso cuando les quema la lengua y el orgullo?
Porque “Con Aroma a Café” nunca fue un espacio tibio. No nació para complacer, ni para adornar, ni para sonar “bonito”. Nació, porque yo lo parí para despert

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