La única magia que el espectador de Nada es lo que parece 3 espera ver realizada es la que le permita desaparecer en medio de la función y reaparecer en su casa con la plata de la entrada en la billetera, porque a los pocos minutos descubre que el verdadero truco de esta secuela dirigida por Ruben Fleischer no es otro que estafar al público con el habitual producto fabricado en serie, desprovisto de personalidad o de cualquier rasgo que pueda considerarse cine.

Lo que inevitablemente nos lleva a plantearnos la pregunta esencialista sobre qué es el cine, porque es inconcebible que se gaste tanto dinero y se desaprovechen tantos grandes actores en una película decididamente tonta, realizada mediante una fórmula sin inspiración ni riesgo, con planos torpes, actuaciones modélicas, giros prede

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