La marcha nacional del 15 de noviembre exhibió el hartazgo ciudadano ante la violencia, la descalificación oficial y la falta de respuestas del gobierno
Miles de personas marcharon en la Ciudad de México —y en decenas de ciudades del país—, para reclamar seguridad, justicia y respeto al carácter estrictamente ciudadano de la protesta.
El asesinato del alcalde de Uruapan detonó un movimiento que desbordó por completo a la Generación Z y fue asumido masivamente por la clase media, harta de la violencia cotidiana.
Sin embargo, la irrupción de grupos provocadores y el uso de gas lacrimógeno revelaron la fractura creciente entre sociedad y Estado, así como la incapacidad oficial para contener la crisis sin recurrir a descalificaciones. Las pancartas, los carteles y los testimonios en el Zóca

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