Feliz si el otro es desgraciado
Nos sentimos felices o desgraciados no por lo que logramos, sino por el resultado de compararnos con lo que logran los demás. Duke lo aprendió de Gilbert en Harvard, pero también de lo que sentía y observaba en los demás jugadores. Y es que un juego de suma cero, como el póquer, donde ganas lo que otros pierden, es ideal para observar a los demás y observarnos. Y aumentar así nuestra objetividad hasta reconocer el mérito de los demás cuando lo merecen y admitir en la derrota o en la victoria que algunas de nuestras decisiones fueron peores que las suyas. Así empezaremos a mejorarlas. Ganar la partida definitiva será comprobar que nunca ganamos o perdemos del todo si admitimos nuestros errores pese a haber ganado, y si aprendemos de ellos pese a haber perdid

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