Las últimas negociaciones directas entre delegaciones estadounidenses y rusas y ucranianas, por separado, evidencian un nuevo impulso diplomático para resolver una guerra en la que aún no parece vislumbrarse una pista de aterrizaje conjunta para Moscú y Kiev
EEUU y Ucrania ven “progresos significativos” en las negociaciones y acuerdan rehacer el plan de paz trazado por Washington y Moscú
Buena parte del destino del mundo está en manos de una persona que tan pronto llama ingrato a Volodímir Zelenski por no aceptar un plan para el que fija un ultimátum de una semana como que se abre a rehacer ese plan trazado de la mano de Moscú para reducirlo de 28 a 19 puntos –según el Financial Times– eliminando los más conflictivos para Kiev... pero también los más anhelados para el Kremlin.
Donald Trump pasa de un día a otro de insultar al presidente ucraniano, cargar contra los países de la UE y alinearse con las posiciones rusas –cesión el Donbás, límites a las capacidades militares ucranianas, veto a su ingreso en la OTAN– a considerarse toreado por Vladímir Putin y aprobar sanciones para sus principales empresas petrolíferas. Y todo ello después de que en septiembre, en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas, Trump afirmara que Ucrania tenía opciones de recuperar el territorio perdido “e ir más allá”.
El desconcierto en las capitales europeas es grande, pero también la preocupación de que el invierno se acerca y la UE es consciente de que por sí sola no puede sostener a Ucrania mucho tiempo, y se siente rehén de un presidente de EEUU que está deseando zanjar la guerra en Ucrania cuanto antes y casi a cualquier precio, mientras se garantice para sí el acceso a las tierras raras que tanto ansía para sus industrias tecnológicas y los contratos para la reconstrucción que tan rentables han sido históricamente para las empresas estadounidenses después de cada guerra.
Los tiempos en los que EEUU se presentaba ante el mundo como el supuesto garante de ciertos valores y reglas han dado paso a un tiempo regido por las reglas del más fuerte y del interés propio, todo pasa por eso ahora, por cómo situarse en torno a Rusia y mejorar la correlación de fuerzas ante China. Y lo que pase con Ucrania parece colateral, salvo por el hecho de que Washington ahora vende las armas a la OTAN que antes donaba a Ucrania.
“¿Es realmente posible que se estén logrando grandes avances en las conversaciones de paz entre Rusia y Ucrania? No lo crean hasta que lo vean, pero algo bueno podría estar sucediendo”, decía este lunes a las 5.35 de la mañana Donald Trump en Truth Social.
“La gran mayoría de estos puntos han sido acordados”, ha dicho este lunes la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt: “Los ucranianos trabajaron con nosotros en la redacción del texto, y creemos que estamos en una muy buena posición. Por supuesto, tenemos que asegurarnos de que todos estos puntos se acuerden. Y luego, por supuesto, tendremos que asegurarnos de que la otra parte en esta guerra, los rusos, también los acepten. Pero creo que el presidente merece un gran reconocimiento por la energía y el esfuerzo que ha dedicado a intentar que estas dos partes pongan fin a esta guerra. Él quiere que cesen las muertes. En cuanto a los plazos, quiere que esto termine lo antes posible. Quedan un par de puntos pendientes y confiamos en que podremos resolverlos. El presidente ha estado ejerciendo mucha presión sobre ambos líderes durante todo este tiempo. Así que sí, pueden esperar que esa presión continúe. El presidente quiere que esta guerra termine”.
Y ha añadido: “Hemos estado observando el desarrollo de esta guerra durante 10 meses. Él [Trump] ha hablado con ambos líderes en innumerables ocasiones. Nuestro equipo ha mantenido un contacto extenso tanto con los rusos como con los ucranianos. Como he dicho, hay urgencia. El presidente quiere que se concrete este acuerdo y que termine esta guerra”.
En realidad, Trump traslada un optimismo sobre unas “conversaciones de paz entre Rusia y Ucrania” que no parecen estar ocurriendo como tales. Es decir, la semana pasada acabó con la difusión de un plan de paz de 28 puntos trazado entre EEUU y Rusia que básicamente recogía las aspiraciones rusas. Y unos días después, tras las protestas de europeos y ucranianos, la delegación estadounidense, con Marco Rubio, el secretario de Estado de EEUU a la cabeza, llega a un acuerdo con Kiev y sus aliados europeos que desmonta los puntos más conflictivos para Rusia.
¿En conclusión? Que Rusia este lunes, al ver cómo habían modificado el plan de la semana pasada ha mostrado su rechazo. “En lo que se refiere a los planes que circulan por ahí, esta mañana tuvimos conocimiento del plan europeo que, a primera vista, es absolutamente no constructivo, no nos conviene”, ha dicho el asesor internacional del Kremlin, Yuri Ushakov.
De hecho, el propio presidente de Rusia, Vladímir Putin, se ha atenido este lunes al plan de 28 puntos, durante una conversación telefónica con el líder turco, Recep Tayyip Erdogan, según informó el Kremlin: “Vladímir Putin señaló que estas propuestas, en la versión que ha recibido (Rusia), van en línea con las discusiones sostenidas durante la cumbre ruso-estadounidense en Alaska y, en principio, podrían sentar las bases para un arreglo pacífico definitivo”.
En cuanto al plan modificado por ucranianos y europeos tras las negociaciones en Ginebra con EEUU, el Kremlin ha asegurado este lunes: “No hemos visto ningún plan. Por el momento no hemos recibido nada oficial”.
Pero el plan, como decía Ushakov, difícilmente le puede servir a Rusia. De acuerdo con lo comunicado por Ucrania y EEUU en Ginebra, ambos países “reafirman que cualquier futuro acuerdo debe respetar plenamente la soberanía de Ucrania y garantizar una paz sostenible y justa. Como resultado de las conversaciones, las partes elaboraron un marco de paz actualizado y perfeccionado”.
Los dos países afirman que las negociaciones fueron “constructivas, respetuosas” y “muy productivas”; hasta el punto de que “representaron un progreso significativo hacia la convergencia de posiciones y la identificación de los próximos pasos a seguir”. Hasta tal punto han intentado trasladar optimismo, que Marco Rubio llegó a decir: “El balance de hoy ha sido muy, muy productivo, probablemente el día más productivo que hemos tenido sobre este tema, quizás en todo el tiempo que llevamos trabajando en ello. Aún queda trabajo por hacer, y no quiero cantar victoria, todavía hay trabajo pendiente, pero hoy estamos mucho más cerca que cuando empezamos esta mañana y, sin duda, que hace una semana”.
¿Cómo podrán Rusia y Ucrania encontrar esa zona de aterrizaje en la que se conjuguen las aspiraciones atlantistas de Ucrania con la libertad para elegir su Ejército y el derecho a su soberanía territorial frente a una Rusia que reclama para sí el Donbás, consolidar Crimea y poner límites al Ejército ucraniano y sus alianzas militares?
¿Y cómo podrá EEUU acercar encontrar un terreno de entendimiento mientras parece oscilar de las posiciones de Moscú a las de Kiev para volver después a las de Moscú? Lo que hay detrás de ese péndulo es una pulsión personal que se convierte en geopolítica: el deseo de Donald Trump de ser reconocido con el premio Nobel de la Paz y su convencimiento de que ese galardón puede pasar por la paz en Ucrania.
“Hemos hecho ocho acuerdos de paz”, reitera Trump siempre que puede, “y aquel que pensaba que sería más fácil por la relación previa que tenía con Putin, la paz en Ucrania, está siendo el más difícil”.
La búsqueda de una solución para la guerra en Ucrania va más allá de la propia guerra, tiene que ver con la forma de ejercer el poder de Donald Trump, y por eso se siente más identificado con Putin o Xi o Modi que con Zelenski o los líderes europeos, salvo que sean realezas.
Pero la brecha entre las posiciones de ambas partes sigue siendo enorme y, en gran medida, incompatible. Moscú presiona para lograr un acuerdo que consolide y amplíe sus conquistas territoriales, mientras que Kiev y las capitales europeas insisten en garantizar la soberanía de Ucrania.

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