Hubo un tiempo en que Williamsburg era la hamburguesa de Buenos Aires : premio a la mejor en 2017, siete locales, colas eternas y ese aura de lugar de moda donde todos querían morder lo mismo. Pero el boom pasó —como todos los booms gastronómicos— y la marca que había corrido al frente terminó enfrentándose a su propio éxito. Demasiado grande, demasiado rápido, demasiado lejos de la esencia.
Entonces hicieron lo que casi nadie hace: este año cerraron los locales que habían sobrevivido al boom. Bajaron la persiana, respiraron hondo y barajaron de nuevo . Cambiaron la escala y el menú. Pasaron de siete locales a uno solo. De dieciséis hamburguesas a apenas tres . “Queríamos recuperar el alma”, dicen. “Volver a controlar que todo salga como queremos”. Una especie de detox gastronó

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