Por Nino Ramella

Conocí a Sonia cuando era un niño y acompañaba a mi abuela a buscar premios para sus torneos de canasta el el Club General Pueyrredon. Por aquel entonces yo me preguntaba porqué aquella joven que tendría unos treinta años regalaba premios para un torneo que ella no jugaría. Mis cinco años, calculo, no me permitían ver más allá en ese gesto.

No me imaginaba en aquellos tiempos que la vida haría que volvería a verla pasados los torneos de canasta y que nos unirían muchos actos que dieron paso a una amistad de recíprocos sentimientos que nunca se apagó.

Sé que Mar del Plata la recordará como una persona generosa para con la ciudad y sus habitantes. No es suficiente tener recursos para ayudar a los demás. Obviamente hay que tener actitudes y Sonia las tuvo siempre.

Sonia a

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