Conservar la cocina en buen estado no se limita únicamente a tener los utensilios ordenados, como cubiertos, vasos y platos, o mantener la encimera limpia y libre de restos de comida, así como la vitrocerámica o el espacio sin olores desagradables. En realidad, uno de los elementos que más condiciona la sensación de limpieza del conjunto, y que con frecuencia pasa desapercibido, son las juntas de la encimera.

Mantener limpias estas finas líneas, ya sean blancas o transparentes, que separan azulejos, baldosas o diferentes piezas de la encimera, puede convertirse en un verdadero reto. En ellas es habitual que se acumule grasa procedente de la comida, humedad generada por el vapor de la cocción, bacterias y otros tipos de suciedad que no siempre resultan fáciles de eliminar.

La razón es sencilla: las juntas son selladas por un material poroso, lo que implica que absorben rápidamente líquidos, restos de comida y todo tipo de derrames. Esto da lugar a manchas persistentes, olores desagradables e incluso moho.

A ello se suma que la encimera es uno de los lugares más utilizados a diario, sobre ella cortamos alimentos, apoyamos recipientes calientes, manipulamos recetas, caen salsas y líquidos, e incluso, en ocasiones, hay restos de comida. Con el tiempo, es casi inevitable que la suciedad acabe incrustándose.

Sin embargo, existen métodos sencillos, económicos y eficaces que permiten mantenerlas impecables sin necesidad de productos agresivos, ni horas de esfuerzo. Con una rutina de limpieza adecuada, es posible evitar que este problema se agrave.

Solución de limpieza: bicarbonato, vinagre blanco y agua caliente

Limpieza de juntas

La solución que mejores resultados ofrece requiere únicamente de tres ingredientes básicos que casi siempre tenemos en casa: bicarbonato de sodio, vinagre blanco y agua caliente. Estos tres aliados no solo desinfectan, sino que se encargarán de neutralizar olores y eliminar manchas.

El primer paso consiste en preparar una pasta limpiadora. Para ello, colocamos en un cuenco pequeño dos cucharadas de bicarbonato de sodio y añadimos un poco de agua hasta obtener una mezcla espesa. El bicarbonato actuará como un abrasivo natural suave, capaz de desprender la suciedad incrustada sin dañar la superficie. Lo ideal es utilizar un cepillo de cerdas, o, si no tienes uno, un cepillo de dientes antiguo.

Con él, reparte la pasta sobre las juntas, asegurándote de cubrirlas bien. Esta parte es fundamental porque la mezcla debe penetrar en los poros para arrancar la suciedad más resistente. Una vez extendida la pasta, rociamos o pulverizamos vinagre blanco directamente sobre la zona. Inmediatamente, observarás una pequeña efervescencia, completamente normal: esta reacción química ayuda a levantar aún más los restos adheridos. Deja actuar la mezcla entre cinco y diez minutos.

Transcurrido ese tiempo, frota las juntas con el cepillo, realizando movimientos circulares para arrastrar toda la suciedad. Verás cómo la pasta adquiere un color más oscuro, señal de que el método está funcionado. Para terminar, pasa un paño húmedo con agua caliente hasta retirar cualquier rastro de la mezcla anterior.

Es importante secar bien la superficie después de limpiarla, ya que la humedad es uno de los principales factores que deterioran las juntas y favorecen la aparición de moho.

Aunque este método resulta muy eficaz, existe un recurso adicional para evitar que las juntas vuelvan a ensuciarse con facilidad, aplicar un sellador transparente específico tras la limpieza. Este producto crea una capa protectora que impide que la suciedad y los líquidos penetren en el material. Lo habitual es aplicarlo cada seis meses o, como mínimo, una vez al año. Su uso es muy sencillo, basta con extenderlo a lo largo de la junta y dejarlo secar.

Otros métodos de limpieza: pasta de dientes y zumo de limón

Limpieza de juntas

Otros dos métodos que pueden resultar sorprendentes, precisamente porque jamás imaginaríamos utilizar estos productos para limpiar las juntas de la cocina, son la pasta de dientes y el zumo de limón. Aunque pueda parecer extraño, ambos funcionan como alternativas eficaces debido a sus propiedades.

Por un lado, la pasta de dientes cuenta con una fórmula blanqueadora muy similar a la del bicarbonato, lo que la convierte en una opción práctica cuando no tenemos otros ingredientes a mano. Para emplearla correctamente, basta con extender una capa sobre las juntas usando un cepillo y frotar con energía hasta que la suciedad se desprenda. Después, solo hay que enjuagar con un paño de microfibra humedecido en agua fría, y comprobarás que el resultado es sorprendentemente óptimo, dejando las juntas con un aspecto mucho más limpio y uniforme.

Por otra parte, quizás nunca hayas oído hablar de este truco, pero el zumo de limón también actúa como un excelente remedio casero para higienizar las juntas. Su ácido natural ayuda a disponer la grasa, eliminar manchas y desinfectar. Para prepararlo, solo necesitas un cubo con agua caliente y el zumo de dos limones exprimidos, procurando que no caigan pepitas. Esta mezcla será suficiente para cubrir toda la superficie. A continuación, pulveriza el líquido sobre las juntas sucias y deja que repose unos cinco minutos, el tiempo necesario para que el componente ácido haga efecto.

Después, frota con un cepillo de cerdas para retirar la suciedad y seca bien la zona. Como ventaja adicional, este método dejará un aroma fresco, cítrico y muy agradable, perfecto para quienes buscan soluciones naturales que aporten limpieza y buen olor al mismo tiempo.

La constancia es clave para mantener la cocina impecable y sin malos olores. Adoptar pequeños hábitos diarios o semanales puede marcar una gran diferencia. Por ejemplo, si se produce un derrame sobre la encimera, lo ideal es limpiarlo de inmediato. También es recomendable usar un paño de microfibra para eliminar la grasa después de cocinar sin necesidad de recurrir a productos químicos fuertes.

Del mismo modo, conviene evitar el uso de limpiadores demasiados agresivos, como la lejía en exceso, ya que pueden deteriorar y decolorar las juntas. Tampoco se deben emplear estropajos metálicos, puesto que podrían dañarlas o desprender partes del material.