Los mamuts ocuparon un lugar dominante en los paisajes helados del Pleistoceno . Su tamaño colosal ofrecía alimento, abrigo y materiales a las comunidades humanas que dependían de ellos. Los huesos de esos animales podían sostener estructuras amplias y resistentes, con una capacidad que superaba la de cualquier madera disponible en aquellas llanuras.

Los colmillos curvados servían de arcos naturales, las escápulas y los fémures formaban paredes, y los cráneos cerraban los techos con una estabilidad extraordinaria. El aprovechamiento de esas piezas , resultado de una anatomía descomunal, permitió a los cazadores del frío extremo crear refugios que desafiaban la intemperie . Aquella arquitectura derivó en un sistema eficaz que transformó restos animales en protección vital durante los inviernos más duros.

Las cabañas de huesos fueron refugios breves frente al invierno extremo

El reciente estudio publicado en Open Research Europe ha renovado la interpretación de uno de los yacimientos más singulares de este tipo, situado en Mezhyrich , en la actual Ucrania. La investigación, firmada entre otros por el arqueólogo Wei Chu de la Universidad de Leiden, aplicó una estrategia de datación por radiocarbono sobre huesos de pequeños mamíferos encontrados en los mismos niveles donde se levantaron las construcciones óseas.

Esta técnica, más precisa que los análisis anteriores realizados directamente sobre los huesos de mamut, ha permitido establecer una cronología mucho más ajustada . La resolución temporal lograda reduce de forma notable la incertidumbre sobre cuándo y cuánto tiempo estuvieron ocupadas las cabañas.

Los constructores del frío usaron los huesos como respuesta a la falta de madera

Los resultados muestran que la presencia humana fue puntual y limitada . El registro de fauna menor, con restos de animales de vida corta, apunta a una ocupación de carácter efímero, probablemente vinculada a visitas estacionales durante los momentos más severos del invierno. Esa precisión temporal redefine el papel de Mezhyrich dentro del mapa arqueológico de Eurasia. Las cabañas no fueron asentamientos estables, sino r efugios levantados para soportar condiciones extremas y abandonados una vez pasada la estación más dura.

Durante décadas, las estructuras de huesos de mamut habían suscitado interpretaciones enfrentadas. Algunos especialistas las veían como viviendas regulares de poblaciones adaptadas al frío . Otros sugerían un valor ceremonial, por la monumentalidad de las formas y la disposición circular de los huesos. El trabajo dirigido por Chu ha reducido el margen para esas hipótesis al demostrar que el uso del lugar fue breve. La evidencia acumulada se inclina hacia un modelo funcional y logístico, coherente con los patrones de movilidad de los cazadores-recolectores del Paleolítico Superior.

Mezhyrich revela la ingeniosa adaptación humana a los límites del clima

La cronología establecida sitúa la gran estructura de Mezhyrich entre hace 18.248 y 17.764 años. Ese periodo corresponde al punto más gélido de la última glaciación , cuando las temperaturas y la escasez de recursos alcanzaron niveles extremos. En ese contexto, la construcción de un refugio con cientos de huesos de mamut representaba una respuesta eficaz ante la falta de madera y otros materiales estructurale s. La acumulación previa de restos, procedentes de cacerías o hallazgos, habría servido como almacén natural de piezas para futuras necesidades.

Los antiguos pobladores de las llanuras heladas hallaron en los mamuts una fuente total de recursos

El paisaje donde se levantaron las cabañas formaba parte de la tundra-estepa del mamut , una vasta extensión sin árboles que cubría buena parte del norte de Eurasia. Los vientos eran intensos, la vegetación escasa y las temperaturas descendían con frecuencia por debajo de los límites tolerables para la vida humana prolongada. En ese escenario, cada fragmento de hueso se convertía en un recurso arquitectónico capaz de resistir el frío y el paso del tiempo , configurando estructuras sólidas que ofrecían abrigo temporal.

El estudio de Mezhyrich aporta una visión renovada sobre la adaptabilidad humana frente a condiciones extremas. Los habitantes de esas tierras mostraron una comprensión minuciosa de su entorno y una capacidad excepcional para aprovechar sus recursos . Convirtieron los restos de la megafauna en materia constructiva, levantando refugios que aseguraban su supervivencia y permitían mantener actividades básicas en pleno apogeo glaciar.

Ese ingenio revela una estrategia de resiliencia basada en la observación directa y la utilización práctica de lo disponible, sin desperdicio ni artificio. La lección de aquellos refugios de huesos, surgidos de la necesidad más elemental, sigue ofreciendo una imagen precisa de cómo la inteligencia humana se adaptó al frío extremo.