Por Paula Span
Gary Sergott se sentía fatigado todo el tiempo. “Me cansaba, me faltaba el aire, sentía una especie de malestar”, contó. Tenía frío incluso cuando hacía calor, y se lo veía pálido, con ojeras.
Pero no se trataba de una enfermedad misteriosa. Como enfermero anestesista, ya jubilado, Sergott sabía que tenía anemia, una deficiencia de glóbulos rojos. En su caso, era consecuencia de una afección hereditaria por la que tenía hemorragias nasales casi a diario y le bajaba la hemoglobina, la proteína de los glóbulos rojos que transporta oxígeno a todo el cuerpo.
Pero al consultar con los médicos sobre su cansancio, Sergott, quien vive en Westminster, Maryland, descubrió que muchos no sabían cómo ayudarlo. Le aconsejaban que tomara suplementos de hierro, que suele ser la primera l