“Tienen cinco horas antes de que les volemos la cabeza “.
Eso les anunciaron a los británicos Tom Hart Dyke y Paul Winder un día hace 25 años, en medio de la selva en Colombia.
Había llegado el momento que temieron durante tres meses en cautiverio: el posible fin de sus vidas.
Paul, un banquero mercantil de 29 años que estaba en un año sabático y había viajado extensamente por África y el sudeste asiático, se puso a rezar.
Tom, quien tenía 24 años y había pasado los últimos dos recorriendo el mundo en busca de plantas, tomó el diario que había mantenido en secreto de sus captores y se puso a dibujar.
“Comencé a garabatear un jardín. Mi esperanza era la vegetación”.
Era, además, su pasión.
Planeó llenar el jardín amurallado de su casa en Inglaterra con las plantas que había encontra