El brutal asesinato de Sara Millerey, una mujer trans de 32 años, ha conmocionado a Colombia y ha puesto de relieve la creciente violencia contra la comunidad LGBTQ en el país. Millerey fue atacada en Medellín, donde un video de su agonía se volvió viral. En él, se la ve aferrándose a cañas en un canal de aguas turbulentas, después de que sus agresores le fracturaran las extremidades. A pesar de ser plena tarde y en una zona concurrida, los atacantes impidieron que los transeúntes intervinieran. Millerey falleció al día siguiente debido a sus heridas.

La situación es alarmante. Durante más de un año, grupos armados en el norte de Colombia han emitido volantes amenazantes, declarando que todos los miembros de la comunidad LGBTQ son "objetivos militares". Estos volantes, que incluyen listas de personas específicas a eliminar, advierten de un ataque más amplio contra lo que consideran "depravaciones sexuales". En lo que va de 2024, se han registrado casi 50 asesinatos de personas LGBTQ, lo que equivale a aproximadamente dos muertes por semana.

Las políticas públicas en Colombia son consideradas entre las más progresistas de la región, pero la violencia persiste. Según la organización Caribe Afirmativo, solo el 2% de las 155 investigaciones penales por homicidios de personas LGBTQ en el último año resultaron en condenas. Esto contrasta con una tasa general de condenas por homicidio del 9% en el mismo periodo.

El caso de Millerey es solo uno de muchos. El 22 de mayo, Nawar Jiménez, activista y amiga de Millerey, se convirtió en la víctima número 43. Jiménez había participado en protestas por la violencia contra la comunidad LGBTQ, donde expresó su miedo por su vida. "En esa protesta, lloró tanto, temía por su vida", recordó Juan Carlos Buelvas, otro activista.

La historia de la violencia contra grupos minoritarios en Colombia es larga. Las campañas de "limpieza social" han sido una constante, con escuadrones de la muerte que atacan a quienes consideran indeseables. Cristal Downing, del International Crisis Group, señala que los hombres gay y las mujeres trans son especialmente vulnerables, ya que su marginación les deja sin protección.

En Medellín, las bandas criminales controlan vastas áreas y se autodenominan "los correctores". Un miembro de una banda local, que pidió permanecer en el anonimato, explicó que las bandas suelen dar dos advertencias antes de considerar justificado un asesinato. "Aquí les damos dos advertencias; no habrá una tercera", afirmó.

Las autoridades han detenido a dos hombres en relación con el asesinato de Millerey, acusándolos de tortura y de ejercer control social ilegalmente. Sin embargo, el miedo y la complicidad en estos crímenes son generalizados. Camilo, un miembro de una banda, afirmó que la complicidad en el asesinato de Millerey fue mucho más amplia que la de los autores materiales. "Nadie dijo nada. Por miedo", concluyó.

La violencia contra la comunidad LGBTQ en Colombia sigue siendo un problema grave, y la falta de justicia en estos casos resalta la necesidad de una respuesta más efectiva por parte de las autoridades.