Cuando su marido fue detenido por la policía de inmigración, a principios de julio, cerca de Los Angeles, Martha debió separarse abruptamente del padre de sus dos hijas. Pero también perdió el ingreso que le permitía mantener su hogar y pagar el alquiler.
“Él es el pilar de la familia, (…) era el único que trabajaba”, dice esta mujer mexicana indocumentada que prefiere hablar bajo seudónimo. “Ya no está para ayudarnos, para apoyarnos a mí y a mis hijas”.
A los 39 años, Martha se sumó repentinamente al grupo de personas en situación precaria que luchan por evitar terminar en las calles del condado de Los Angeles, una región con precios de vivienda prohibitivamente altos, que tiene el mayor número de personas sin hogar en Estados Unidos después de New York.
Su apartamento de 65 metros cua