La autora alemana Barbara Yelin publica la novela gráfica 'Emmie Arbel. El color de los recuerdos', una memoria sobre una vida marcada por los campos de exterminio

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Aunque el paso del tiempo es inexorable, aún quedan supervivientes directos del Holocausto que pueden dar testimonio del horror de los campos de exterminio nazis. Emmie Arbel, a sus 87 años, es una de ellas: tras sendas estancias en los campos de Ravensbrück y Bergen-Belsen, y de perder a sus padres y abuelos, Emmie fue liberada y pudo reunirse con sus hermanos. Pero el sufrimiento no terminaría ahí. Hoy, Emmie Arbel vive en Israel, aunque viaja constantemente para impartir charlas sobre su vida, un testimonio que sigue siendo necesario.

Es por ello por lo que la dibujante y profesora en la Universidad de Artes Aplicadas de Viena Barbara Yelin (Múnich, 1977) escogió dedicar uno de sus últimos libros a la figura de Arbel. Emmie Arbel. El color de los recuerdos (Garbuix, con traducción de Julia G. Sáez) es el fruto de tres años de conversaciones y visitas, donde se fueron desgranando las vivencias de una protagonista que se niega a ser etiquetada como una simple víctima.

Yelin, una de las autoras de novela gráfica más destacadas de Alemania, especializada en no ficción, no era ajena a la temática: Irmina (Astiberri, 2019) narraba la vida de una joven alemana que se casa con un oficial de las SS y escoge mirar hacia otro lado ante las atrocidades cometidas por el régimen nazi, como tantos otros alemanes. La cuestión de la culpa sigue muy presente en la sociedad alemana, y la gestión de la memoria del Holocausto no resulta sencilla cuando una parte muy importante de la población tiene en su árbol genealógico simpatizantes o miembros del partido nazi.

De hecho, tal y como explica la propia Barbara Yelin en respuesta a las preguntas de elDiario.es, es su caso: “Parte de mis abuelos fueron miembros del sistema nazi y se beneficiaron del régimen”. Para Yelin, es esencial recuperar las voces de las personas como Emmie: “Estoy más que agradecida de que Emmie hablara conmigo, y de poder extender el alcance de sus palabras. Ella habla como una superviviente del Holocausto, pero hubo millones de personas que ya no tienen voz porque fueron asesinados por los nazis”, lamenta.

Supervivientes encuentran artistas

En 2019, Barbara Yelin fue contactada por Charlotte Schallié, profesora de Derechos Humanos y Estudios del Holocausto en la Universidad de Victoria (Canadá) y directora del proyecto internacional Visual Narratives, que pone en contacto a supervivientes con artistas e investigadores. “Me escogieron para este proyecto porque ya había hecho varias novelas gráficas históricas o biográficas, sobre temas conectados con la historia alemana”, explica.

Así, Yelin y Arbel entraron en contacto aprovechando una de las charlas de esta última en el Memorial de Ravensbrück, en el verano de 2019. “Fue nuestra primera conversación, a la que siguieron muchas. Nos encontramos varias veces en los Países Bajos, Alemania e Israel, y también mantuvimos muchas videollamadas. Emmie me contaba acerca de su vida y, basándome en sus memorias, creé la novela gráfica. Por supuesto, al principio no sabíamos que tardaríamos tres años en completar el libro”, detalla la dibujante ganadora del prestigioso premio Max & Moritz.

El papel de Yelin en la realización del cómic no podía ser el mismo que cuando trabajaba únicamente con documentación. La fuerte personalidad de Arbel y los sucesos de su vida, para empezar, la marcaron profundamente. “Le agradezco mucho su tiempo y su confianza. Para mí también era una gran responsabilidad entender cómo afectó a la vida de Emmie el Holocausto”, confiesa la artista. Tal y como se aprecia en las páginas del libro, hay pequeños detalles en el comportamiento de Arbel que delatan el trauma: “No le es posible permanecer entre mucha gente en habitaciones cerradas, y siempre necesita saber dónde se encuentra la puerta de salida”, comenta Yelin.

Llorar y reír juntas

La autora también destaca los esfuerzos de su entrevistada por ser precisa e intentar contestar cada pregunta. “Me decía cuándo quería un descanso o cuándo no podía contestar a mi pregunta —matiza Yelin—. Nuestros diálogos incluían muchos silencios. También hablábamos del presente, y de su vida tras el Holocausto. Hubo momentos en los que teníamos que llorar, pero también otros en los que nos reíamos juntas”.

Su vida tras la liberación de los campos no fue sencilla. Huérfana, fue acogida junto a sus hermanos por una familia holandesa, cuyo padre abusó sexualmente de ella. “La vida de Emmie después del Holocausto está marcada por la continuidad de la violencia y la muerte, pero a pesar de ello se convirtió en una persona que se niega a aceptar el rol de víctima”, afirma Yelin. “Es una persona increíblemente fuerte que no oculta su fragilidad, al mismo tiempo”. En 1949, Emmie se trasladó a un kibutz en Israel, país en el que aún reside.

Para Barbara Yelin, era esencial reflejar las cosas exactamente como las contaba Emmie Arbel. En las páginas del libro, podemos verla en varias ocasiones reclamando cómo quería que la dibujante explicara ciertos sucesos; por ejemplo, tras relatar los abusos sufridos, Arbel le dice: “No quiero que describas exactamente lo que pasó y lo que sentí. No puede ser lo principal. Solo es una de las cosas difíciles que me han pasado en la vida. Pero es una de muchas. Eso es lo que quiero”. Yelin detalla cómo le enseñaba los bocetos de la novela gráfica a Arbel antes de dibujar las páginas definitivas. “Emmie tenía la última palabra sobre lo que se contaba en el libro. Es su historia. Pero fue inmensamente generosa con respecto a mi trabajo artístico, y aceptó casi todas mis decisiones en este sentido. Hay muchas escenas que están conectadas en un orden no cronológico, saltando entre el presente y sus recuerdos”, explica.

Huir del blanco y negro histórico

En el proceso creativo, Barbara Yelin reconoce la colaboración de muchas personas e instituciones que le ayudaron a comprobar todo el relato. Fue necesaria mucha investigación, aunque “aún quedan espacios en blanco en la historia”, reconoce. Y explica su deseo de completar la memoria visual de los supervivientes: “Sabemos que hay muy pocas imágenes fotográficas tomadas por las víctimas de los nazis. La mayoría de las que existen responden a la perspectiva de los perpetradores. Y la perspectiva de una niña de seis años como Emmie nunca fue registrada. Así que ahora dibujamos estas imágenes, para añadir su visión a la historiografía”.

Y, en esta operación, el estilo de dibujo suelto, como si el libro fuera un cuaderno de bocetos, es esencial. “Quería un estilo de dibujo vibrante, que reflejara la vida de Emmie y que yo pudiera cambiar, alterar y redibujar a medida que fuera investigando y teniendo más conversaciones con ella”, detalla Yelin. El color también juega un papel clave, según argumenta la autora, que quería evitar “reproducir la estética en blanco y negro de las imágenes históricas”.

Pero, a pesar de ese aspecto de apuntes tomados del natural que tienen sus dibujos, la autora rara vez dibujaba mientras se entrevistaba con Arbel. “En esos momentos, escuchaba. Era lo más importante de todo. Y dibujaba después, en mi estudio, mientras escuchaba las grabaciones de las entrevistas”.

Dar forma al futuro

Son muchas las lecciones que pueden extraerse de la vida de Emmie Arbel, valiosas para el difícil momento que atraviesan Europa y el mundo. No solo es un ejemplo por su constancia en la divulgación de su testimonio y la conservación de la memoria del Holocausto, sino también por su vida posterior. Tal y como se cuenta en el cómic, Arbel no solo ayudó a familias judías migrantes a establecerse en Israel, sino que también participó en programas de ayuda a Palestina, acompañando a niños para ser atendidos en hospitales israelíes y acogiendo a una niña palestina en los años 90 con la que aún mantiene el contacto. Toda una lección en estos tiempos de radicalismo y odio.