El crimen contra Fernando, un niño de cinco años arrancado de los brazos de su madre para presionar el pago de una deuda de mil pesos, conmociona y se ubica en lo insoportablemente absurdo.
Ni siquiera la lógica torcida del crimen organizado alcanza a explicar por qué la vida de un niño termina reducida a moneda de cambio miserable. Esto no es solo maldad: es la estupidez más corrosiva, alimentada de la miseria moral.
Fernando fue retenido desde el 28 de julio en una vivienda en Los Reyes La Paz, en el Estado de México, donde sufrió maltrato. Su madre, con discapacidad, pidió ayuda a distintas instituciones, pero la formalización de la denuncia ocurrió el 4 de agosto.
Ese día, agentes de la Fiscalía General de Justicia fueron a la casa de los prestamistas y encontraron el cuerpo del