El 18 de marzo de 1938, el presidente Lázaro Cárdenas del Río expidió un decreto mediante el cual expropiaba el petróleo mexicano. Déjeme decirle, apreciado lector, que hasta ese momento el 60% del petróleo estaba en manos de los ingleses y el 39.2% era manejado por compañías norteamericanas. El pueblo de México se volcó en apoyo al presidente Cárdenas, incluso llevando alcancías, puercos, gallinas y todo aquello que sirviera para que el gobierno pudiera pagar los 40 millones de dólares correspondientes a la indemnización de las compañías extranjeras.

El acto de la expropiación representó, en sí mismo, un llamado de conciencia que significó la unidad de un pueblo en torno a la decisión de un presidente. Esto no se dio solo por el hecho de apoyar contra la intervención económica extranjera

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