Desde que el presidente Trump dio los primeros pasos para tratar de cumplir la más difícil de sus promesas electorales —poner fin a la guerra de Ucrania— sus interacciones con Putin se han sucedido como si fueran los asaltos de un combate de lucha libre. Pero no se llame a engaño el lector, que no estamos hablando del duro deporte olímpico que merece el respeto de todos, sino de los divertidos espectáculos cómico-gimnásticos en los que destacó más que nadie el recientemente fallecido Hulk Hogan.

Los falsos combates de la WWE —siglas de World Wrestling Entertainment, una empresa de entretenimiento que nunca tuvo nada que ver con el mundo del deporte— tenían guiones muy simples. A un lado estaban los luchadores buenos, muchos de los cuales llevaban banderas norteamericanas. Al otro, los vil

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